¡¡AHORA, SÍ, GUERRA CIVIL!!
¡¡AHORA, SÍ, GUERRA CIVIL!!
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Obreros y campesinos fueron protagonistas de las marchas de apoyo a Evo Morales, antes y después de su renuncia a la Presidencia en 2019. (Foto2020 Anadolu Agency, vía AFP)
Desiderio Paredes
15 de julio de 2023
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¡¡AHORA, SÍ, GUERRA CIVIL!!

Después del pronunciamiento de las FF.AA, el día 10 de noviembre de 2019, la presencia de tanquetas de guerra y camionetas con policías armados en las calles provoca alborozo e incertidumbre y el clima en la sede de gobierno es más hostil y de extrema tensión con aprestos de beligerancia violenta. Las redes televisivas transmiten en vivo el descenso de una gigantesca marcha de movimientos sociales, obreros, hombres, mujeres de juntas vecinales y campesinos de las provincias del Altiplano hacia La Hoyada, el centro del poder político en La Paz, gritando, esta vez, una sola consigna…

¡¡Ahora, si, guerra civil…¡¡Ahora, si, guerra civil…

Levantan en alto palos y chicotes, mientras revientan en el aire petardos de alto poder explosivo.

¡¡Viva Evo Morales!!…¡¡Muera Camacho!!…

Son furiosos manifestantes, marchando ahora por El Prado en dirección a la Plaza Murillo, custodiada por policías antimotines y militares de civil camuflados entre los grupos cívicos y de plataformas ciudadanas parapetados en sus cuatro esquinas con escudos artesanales fabricados con planchas de turriles en ambientes de la UMSA.

¡¡Están quemando la Whipala!!…¡¡Acabo es escuchar en radio Fides!!.. grita un joven de menuda estatura en medio de la multitud.

La CPE reconoce a la Whipala, como bandera de los pueblos indígenas y originarios; es otro símbolo patrio como la bandera tricolor y el escudo de Bolivia.

“Algunos policías arrancan con violencia el distintivo de la Whipala de la manga de su brazo izquierdo”, denuncia una mujer de pollera tras recibir en su celular imágenes transmitidas por televisión.

Despojarse la identidad de la Whipala del uniforme reglamentario es considerada por los campesinos como una afrenta y una provocación a su cultura. La furia aumenta cuando se ven imágenes de whipalas quemadas y pisoteadas en Santa Cruz y Potosí.

Los policías se encuentran sin comandante y el pánico se apodera mientras avanza frente a ellos una desafiante multitud de obreros, campesinos, vecinos, amas de casa de El Alto, barrios de las laderas y gente del mismo centro de la ciudad. Todos gritan:

¡¡Ahora, sí, guerra civil!

De pronto aparece al frente del pelotón de policías un oficial identificado como el subcomandante de La Paz, con el rostro cubierto por un pasamontañas. Utiliza un megáfono y grita a la multitud:

¡¡Les pido serenidad a los hermanos de El Alto!!…¡¡Los policías también somos del pueblo!!

El jefe policial pronuncia frases en idioma aimara en un intento por llegar a la muchedumbre enfurecida mayoritariamente aimara.

Al borde del suplicio, vuelve a gritar el jefe policial.

¡¡Pido perdón!!

¡¡Fue un error quemar la Whipala!!

El oficial exhorta a no enfrentarse con sus hermanos policías. Es angustioso su llamado. Quiere evitar derramamiento de sangre.

Muestra con el índice de su mano derecha la insignia transversal con los colores de la bandera boliviana, de la Whipala y del Escudo Nacional, pegada en el brazo izquierdo de su informe. Implora de nuevo a viva voz con llanto en los ojos.

¡¡Nosotros respetamos la Whipala!! …

Llega la noche. La estructura del poder político está en proceso de cambio y el país continúa semiparalizado.

Las calles y avenidas siguen bloqueadas con cintas de plástico, cuerdas sucias de nylon amarradas de poste a poste y pititas de diferente material sujetadas con piedras sobre turriles vacios, donde hay peluches de animales domésticos. Cada punto de bloqueo es vigilado por familias completas, abuelos, padres, jóvenes y niños. En medio de la angustia, ellos se ven emocionados y hasta alegres y en algunas rotondas comparten una olla común. Es paradójico.

La resistencia ciudadana organizada muestra disciplina y determinación voluntaria de cumplir turnos en los puestos asignados sin recibir órdenes de nadie. Cada bloqueador se siente jefe de su puesto dispuesto a cumplir su deber y consigna. Defender el 21F.

Ante la descomunal crisis política avizorando un cambio total de poder, la resistencia en las calles se mantiene pacífica después de los duros enfrentamientos entre oficialistas y opositores en Santa Cruz y Potosí tras las elecciones del 20 de octubre. La movilización de la gente hostil al gobierno es espontánea y sin dirección partidaria ni uso de armas de fuego. Hay militantes de partidos de extrema derecha camuflados en los puntos de bloqueo mostrando actitudes moderadas y disimuladas, en respeto al sentimiento de rechazo a todo partido político de la mayoría de la gente. Para muchos jóvenes y adolescentes de ambos sexos es inédita su experiencia luchando en las calles y entienden el sentido de la cruda realidad política cuando hay objetivos comunes. Esa nueva generación, había concurrido a las urnas por primera vez en un Referéndum, el 21 de febrero de 2017, y votaron por el NO a la reelección.

En alguna rotonda, se escucha un grito:

¡Que se vaya el indio!

La consigna tiene un mismo matiz. El enemigo principal es el Presidente.

Aquí, en este punto, estamos familias del barrio y estamos bien organizados. No queremos a ningún político”, dice Fernando Lemaitre, estudiante de arquitectura de la UMSA de unos 20 años, envuelto su cuerpo con bandera tricolor.

A su lado, está su enamorada, con gorra deportiva y rostro cubierto con pañoleta, roja, amarilla y verde. Girando su rostro a una cámara de prensa, grita:

“Fuera Evo. Él nos robó nuestro voto, el 21F. Hoy quiere hacer lo mismo con su fraude electoral”…

Se improvisan cabildos en plazas públicas donde organizan comités cívicos populares con poder de decisión en medio de confusa, caótica y exasperación de protagonismo entre genuinos representantes de plataformas y de ocasionales dirigentes de organizaciones vecinales y sindicales por liderar la protesta.

En Cochabamba es patética la alianza circunstancial y oportunista entre conocidos militantes trotskistas del magisterio urbano con sus viejos enemigos ideológicos del MNR y ADN. Norma Barrón, olvidando su formación política, lanza consignas ante una multitud concentrada en Plaza 14 de Septiembre la noche del 9 de noviembre y ordena proseguir con el paro cívico hasta lograr la caída del Presidente. Días después guardó silencio: su lucha sólo contribuyó a sus adversarios de extrema derecha quienes se adueñaron del nuevo gobierno.

La mayor concentración popular en El Alto, la ciudad más joven de Bolivia tiene esperanza de lanzar una contraofensiva y recuperar el poder popular. Ya no fue así.

En 2003, como vanguardia organizada, El Alto, inicia la lucha en defensa de los recursos naturales y expulsa del poder al presidente neoliberal, Gonzalo Sánchez de Lozada, cuando él quiso llevar gas boliviano por puertos de Chile hacia Estados Unidos.

La dura represión del ejército fuertemente pertrechado, ordenado por Sánchez de Lozada, deja más de 60 muertos y cientos de heridos entre obreros y campesinos. “La Guerra del Gas” y “Octubre Negro”, entonces, marcan la “Agenda de Octubre”, mandato del pueblo para nacionalizar e industrializar los recursos naturales, estatizar empresas estratégicas en manos privadas y convocar a la Asamblea Constituyente para redactar una nueva Carta Magna y fundar, tres años después, el Estado Plurinacional de Bolivia.

. Redacción:
Desiderio Paredes

Sociólogo, miembro de la Sociedad de Editores y Redactores SER Cochabamba

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