EN un reciente pasado la celebración de muchos de los rituales, costumbres y tradiciones de la cultura andina se celebran yuxtapuestos o sincretizados con costumbres y visiones occidentales. Es el caso de las celebraciones rituales del ayamarkay quilla, mes de noviembre, inicio del paray pacha (tiempo de lluvias); como son el mast’aku y la wallunk’a.
El mast’aku celebración en la que los pueblos andinos se disponen desde tiempos ancestrales a ofrendar a sus difuntos y entablar relaciones de reciprocidad; coincide con celebraciones occidentales como la celebración católica de Todo Santos y últimamente con una farándula mercantilizada como es el Halloween, que pretende crecer atropellando la cosmovisión andina en el caso concreto y de otras similares culturas del planeta.
En la cultura andina, en la que se practica el profundo respeto por la vida y la muerte, en la que todos los componentes del universo constituyen una comunidad de vida y comparten los y sus espacios como hermanos de crianza, es decir un mundo vivo que late al ritmo de los ciclos cósmicos y de los ciclos telúricos y que es el ritmo de la vida, la visión del tiempo es circular y no lineal como en occidente.
Este tiempo y espacio cíclico que construye un sentido de reciprocidad, de armonía y de equidad, constituye un movimiento continuo, donde el presente se vuelve pasado y futuro o viceversa, por lo que es posible pensar que nada perece o muere definitivamente, en el que solo se deben cumplir distintos ciclos vitales y que cada ciclo es siempre un nuevo comienzo.
Es en este sentido que los andinos entendemos que “la muerte es como un viaje a otra dimensión de la vida. Los muertos viven en permanente atención y relación con sus familiares y la comunidad. Esta realidad de relaciones del alma con los vivos, incluso se logra después de los tres años, cuando se despide el alma para el encuentro con el origen. A los difuntos se los puede llamar cuando es necesario”.
Por la confianza y seguridad en estas relaciones, quienes todavía están viviendo en el Kay Pacha, (tiempo y espacio terrenal) en el ayamark’aykilla o mes de noviembre, se disponen para recibir a sus almas quienes llegarán, con las primeras lluvias del Paray pacha (Tiempo de humedad) que fructificaran las sementeras.
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