CON LA MISMA ROPA QUE USAN TODOS LOS COMUNARIOS
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Con dos maestrías y actualmente postulante a un Ph.D. en AGRUCO de la Universidad Mayor de San Simón, el sociólogo Eduardo López Apaza es un auténtico y orgulloso originario de Yarvicoya. TEMAScbba, comparte su autobiografía como aporte y mensaje a las generaciones de hoy.
Eduardo Lopez Apaza
11 de julio de 2024
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EL ORIGINARIO AYMARA, POSTULANTE A UN Ph.D.

En la comunidad de Yarvicoya-Rodeo del distrito Challa-Tapacarí, aprendí la lengua aymara como lengua materna. Cuando fui el primer día de clases a la escuela seccional; como hablante aymara, no entendía lo que hablaba el profesor; porque las clases eran en castellano.

Al mirar al profesor tenía mucho miedo y nos castigaba porque no hacíamos la tarea. De Sikuyani a la escuelita se iba todas las mañanas de lunes a viernes, a repetir los vocabularios, abecedarios, contar números en castellano, sin embargo, en la casa y en la comunidad se hablaba en aymara.

En la escuela aprendí de manera memorística en castellano porque estaba institucionalizado la lengua castellana en el sistema educativo colonial en Bolivia. Así muere o se desplaza las lenguas indígenas, originarias y campesinas por la lengua castellana sobrevalorada a nombre de prestigio.

Cuando vivíamos en mi tierra natal comunidad Yarvicoya-Rodeo, mi mamá cada martes iba a la feria semanal de Confital para comprar víveres, plátanos, naranjas y mangos, pero nunca mi madre me quiso llevar a la feria, solo me decía que era lejos y me iba a cansar.

Claro, tenía razón, porque de la comunidad de Yarvicoya a la feria de Confital hay una distancia de 16 kilómetros. Un martes, la curiosidad y mi capricho me llevaron a perseguir a mi mamá. Para entonces tenía cinco años.

ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA

Recuerdo que caminé por ríos y serranías. Fue muy cansador. Llevaba puesto mi ponchito de color plomo, ch’ulito, sombrerito y mis abarcas. Caminando detrás de mi mamá, a pesar del tremendo frio al llegar al cerro; pero no mi importaba, solo quería conocer la feria de Confital para hacer que mi mamá compre manga porque me gustaba mucho.

Al dar la vuelta el cerro kasamintuni me encontré con una sorpresa porque observé en el otro cerro un bus de una flota de pasajeros, fantástico y brillante que iba de La Paz a Cochabamba por una carretera asfaltada a toda velocidad. Me sentía muy emocionado y alegre por ver muy de cerca por primera, lo que después conocería como ómnibus.

Hasta ese momento nunca había visto un auto, porque en la comunidad a sólo conocía la bicicleta. En la feria de Confital había una tranca o peaje donde un bus paraba y bajaban muchas personas, muy altas de tes blanca y algunos de ellos tenían lentes.  Empecé a observar de cerca y pensé paradito en una esquina unos treinta minutos. Había otro mundo lejos de Yarvicoya.

Comunarios de diferentes lugares próximos a Confital también llegaban a la feria con sus burritos cargados de papa, chuño, trigo y otros productos. Alrededor de la feria de Confital algunas casas estaban pintadas de blanco con techo de calamina. Eso para mí fue novedoso porque donde vivía las casas eran de adobe con techo de paja y sin luz.

MI PRIMER VIAJE A PIE

Un día, mi papá se fue a la ciudad de Cochabamba en busca de mejores condiciones de vida y pasó dos años sin verlo. Un martes mi mamá decide ir a visitarlo. Yo le perseguí, pero no sabíamos en qué lugar de la ciudad estaba viviendo.

En la feria de Confital, con mi mamá le preguntamos a don Enrique —¿en qué lugar vive don Feliciano? ¿Nos puede llevar al lugar donde está viviendo? —Y nos dijo —nos vamos a acompañar, a las dos de la tarde saldremos—Esperamos para viajar con una arroba de chuñito.

Llegamos a la casa de don Enrique en la noche y prendió la televisión; me sorprendió mucho porque hasta ese momento no había visto televisión. En la mañana nos llevó a la casa donde estaba viviendo mi papá, por Wayraq´asa.

En Wayraq´asa, vivimos un año, sin saber bien hablar castellano. Aprendí a comunicarme en la calle y escuela en la legua castellana. En el cuarto que vivíamos se hablaba en aymara.

Mi mamá iba a vender chuñu remojado en la ciudad, pero resulta que no sabía hablar quechua, ni castellano y lo peor no sabía contar, ni conocía bien el dinero; a veces tenía que devolver el cambio y se hacía ayudar con otra vendedora K’uchala.

Nos compramos un lotecito en Villa Primero de Mayo, en un sector de quechua hablantes y siempre me hablaban en quechua; tenía amigos norte potosinos y k’uchalas, así aprendí a entender lo que decían en quechua o lo que me estaban diciendo, sin embargo, no tomé mucha importancia a la lengua quechua, así pasó el tiempo.

Egresé de la carrera de Sociología de la UMSS, en 2013. Logré una Maestría en “Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable en Latinoamérica” en el Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba, AGRUCO, en 2014.

En 2016, gané una beca en Maestría Sociolingüística financiada por la Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve, Bélgica. Estuve muy emocionado, dispuesto a aprender las teorías, metodologías y herramientas de la investigación comunitaria.

Cuando iniciamos clases de Maestría, todos los beneficiarios se presentaron en su lengua originaria; de donde venían y qué hacían o a qué se dedicaban. Los participantes eran de Perú, Chile, México y de Bolivia. Hasta ese momento todo era genial y muy interesante.

Decidido a aprender a perfeccionar la escritura castellana para incursionar como investigador intercultural, me doy cuenta de que solo sabía hablar aymara, pero no escribía en aymara.

En el proceso de aprendizaje, fue un reto escribir autobiografía vivencial en lengua aymara. Además, en la Maestría empecé a revalorar y dar más importancia a las lenguas indígenas, al mismo tiempo intentar a escribir.

Encima, Tata Teófilo, nos decía: solo tienen que escribir en 700 palabritas en la lengua originaria. En el trabajo académico en su módulo, el originario estaba capturado por la academia y escribir en lengua aymara, como si fuera muy fácil de aprender la escritura en una semana o meses.

Al final me costó escribir en aymara, porque en la escuela, colegio y universidad no me enseñaron la lengua aymara.

En el módulo Taller de Investigación realizamos una práctica de investigación descolonizadora, en el municipio de Tarabuco-Chuquisaca; comunidad Pisili.

En esta comunidad aprendí a hablar el quechua —atispa mana atispa—poder o no poder, porque las familias eran quechua hablantes y todos nos hablaban en quechua; mañana, tarde y noche durante tres meses. Además, tenía un amigo quechua del trópico de Cochabamba que siempre me hablaba en quechua y me decía multilingüe; un compañero de estudio de la Maestría.

Ahora en el Estado Plurinacional, el reconocimiento de las 36 Naciones Pueblos Indígena Originario Campesino y a partir de la descolonización sociolingüística, se creó del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Aymara (ILCNA), el 5 de julio de 2013, bajo las líneas de acción: investigación sociolingüística, investigación cultural, normalización lingüística y enseñanza de la lengua aymara. 

Por tanto, es muy importante y fundamental a través del ILCNA; fortalecer y revitalizar la lengua aymara en el marco de derechos y políticas lingüísticas del “DECENIO INTERNACIONAL DE LENGUAS INDÍGENAS.

Ahora volví a entender y comprender la lógica de vivencia de la comunidad Yarvicoya-Rodeo. Al retornar de la ciudad de Cochabamba a la comunidad, al ver a los niños pasteando llamitas y ovejitas solo me recuerda a mi niñez, pero cuando llego a la casa de Sicuyani; sigo tomando agüita de Umaphuku y prendiendo mechero en las noches.

NOTA DEL EDITOR. – Eduardo López, nombró lugares en Cochabamba, con nombres aymara: Quillacollo proviene de origen aymara qhilla (ceniza) qullu (cerro)

Cala Cala proviene de qala (piedra) qala (piedra)

Muyurina proviene dos lenguas aymara y quechua: muyu es girar y en quechua rina demos vueltas

Cochabamba proviene de qhuchi (bofedal) pampa (planicie)

COMUNIDAD DE PISILI-TARABUCO
COMIENZA EL DESAFÍO

Recuerdo que caminé por ríos y serranías. Fue muy cansador. Llevaba puesto mi ponchito de color plomo, ch’ulito, sombrerito y mis abarcas. Caminando detrás de mi mamá, a pesar del tremendo frio al llegar al cerro; pero no mi importaba, solo quería conocer la feria de Confital para hacer que mi mamá compre manga porque me gustaba mucho.

Al dar la vuelta el cerro kasamintuni me encontré con una sorpresa porque observé en el otro cerro un bus de una flota de pasajeros, fantástico y brillante que iba de La Paz a Cochabamba por una carretera asfaltada a toda velocidad. Me sentía muy emocionado y alegre por ver muy de cerca por primera, lo que después conocería como ómnibus.

Hasta ese momento nunca había visto un auto, porque en la comunidad a sólo conocía la bicicleta. En la feria de Confital había una tranca o peaje donde un bus paraba y bajaban muchas personas, muy altas de tes blanca y algunos de ellos tenían lentes.  Empecé a observar de cerca y pensé paradito en una esquina unos treinta minutos. Había otro mundo lejos de Yarvicoya.

Comunarios de diferentes lugares próximos a Confital también llegaban a la feria con sus burritos cargados de papa, chuño, trigo y otros productos. Alrededor de la feria de Confital algunas casas estaban pintadas de blanco con techo de calamina. Eso para mí fue novedoso porque donde vivía las casas eran de adobe con techo de paja y sin luz.

Un día, mi papá se fue a la ciudad de Cochabamba en busca de mejores condiciones de vida y pasó dos años sin verlo. Un martes mi mamá decide ir a visitarlo. Yo le perseguí, pero no sabíamos en qué lugar de la ciudad estaba viviendo.

En la feria de Confital, con mi mamá le preguntamos a don Enrique —¿en qué lugar vive don Feliciano? ¿Nos puede llevar al lugar donde está viviendo? —Y nos dijo —nos vamos a acompañar, a las dos de la tarde saldremos—Esperamos para viajar con una arroba de chuñito.

Llegamos a la casa de don Enrique en la noche y prendió la televisión; me sorprendió mucho porque hasta ese momento no había visto televisión. En la mañana nos llevó a la casa donde estaba viviendo mi papá, por Wayraq´asa.

En Wayraq´asa, vivimos un año, sin saber bien hablar castellano. Aprendí a comunicarme en la calle y escuela en la legua castellana. En el cuarto que vivíamos se hablaba en aymara.

Mi mamá iba a vender chuñu remojado en la ciudad, pero resulta que no sabía hablar quechua, ni castellano y lo peor no sabía contar, ni conocía bien el dinero; a veces tenía que devolver el cambio y se hacía ayudar con otra vendedora K’uchala.

Nos compramos un lotecito en Villa Primero de Mayo, en un sector de quechua hablantes y siempre me hablaban en quechua; tenía amigos norte potosinos y k’uchalas, así aprendí a entender lo que decían en quechua o lo que me estaban diciendo, sin embargo, no tomé mucha importancia a la lengua quechua, así pasó el tiempo.

Egresé de la carrera de Sociología de la UMSS, en 2013. Logré una Maestría en “Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable en Latinoamérica” en el Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba, AGRUCO, en 2014.

En 2016, gané una beca en Maestría Sociolingüística financiada por la Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve, Bélgica. Estuve muy emocionado, dispuesto a aprender las teorías, metodologías y herramientas de la investigación comunitaria.

Cuando iniciamos clases de Maestría, todos los beneficiarios se presentaron en su lengua originaria; de donde venían y qué hacían o a qué se dedicaban. Los participantes eran de Perú, Chile, México y de Bolivia. Hasta ese momento todo era genial y muy interesante.

Decidido a aprender a perfeccionar la escritura castellana para incursionar como investigador intercultural, me doy cuenta de que solo sabía hablar aymara, pero no escribía en aymara.

En el proceso de aprendizaje, fue un reto escribir autobiografía vivencial en lengua aymara. Además, en la Maestría empecé a revalorar y dar más importancia a las lenguas indígenas, al mismo tiempo intentar a escribir.

Encima, Tata Teófilo, nos decía: solo tienen que escribir en 700 palabritas en la lengua originaria. En el trabajo académico en su módulo, el originario estaba capturado por la academia y escribir en lengua aymara, como si fuera muy fácil de aprender la escritura en una semana o meses.

Al final me costó escribir en aymara, porque en la escuela, colegio y universidad no me enseñaron la lengua aymara.

En el módulo Taller de Investigación realizamos una práctica de investigación descolonizadora, en el municipio de Tarabuco-Chuquisaca; comunidad Pisili.

En esta comunidad aprendí a hablar el quechua —atispa mana atispa—poder o no poder, porque las familias eran quechua hablantes y todos nos hablaban en quechua; mañana, tarde y noche durante tres meses. Además, tenía un amigo quechua del trópico de Cochabamba que siempre me hablaba en quechua y me decía multilingüe; un compañero de estudio de la Maestría.

Ahora en el Estado Plurinacional, el reconocimiento de las 36 Naciones Pueblos Indígena Originario Campesino y a partir de la descolonización sociolingüística, se creó del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Aymara (ILCNA), el 5 de julio de 2013, bajo las líneas de acción: investigación sociolingüística, investigación cultural, normalización lingüística y enseñanza de la lengua aymara. 

Por tanto, es muy importante y fundamental a través del ILCNA; fortalecer y revitalizar la lengua aymara en el marco de derechos y políticas lingüísticas del “DECENIO INTERNACIONAL DE LENGUAS INDÍGENAS.

Ahora volví a entender y comprender la lógica de vivencia de la comunidad Yarvicoya-Rodeo. Al retornar de la ciudad de Cochabamba a la comunidad, al ver a los niños pasteando llamitas y ovejitas solo me recuerda a mi niñez, pero cuando llego a la casa de Sicuyani; sigo tomando agüita de Umaphuku y prendiendo mechero en las noches.

NOTA DEL EDITOR. – Eduardo López, nombró lugares en Cochabamba, con nombres aymara: Quillacollo proviene de origen aymara qhilla (ceniza) qullu (cerro)

Cala Cala proviene de qala (piedra) qala (piedra)

Muyurina proviene dos lenguas aymara y quechua: muyu es girar y en quechua rina demos vueltas

Cochabamba proviene de qhuchi (bofedal) pampa (planicie)

MI PRIMER VIAJE A PIE
ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA
COMIENZA EL DESAFÍO
COMUNIDAD DE PISILI-TARABUCO
ESCRIBIR EN AYMARA

Recuerdo que caminé por ríos y serranías. Fue muy cansador. Llevaba puesto mi ponchito de color plomo, ch’ulito, sombrerito y mis abarcas. Caminando detrás de mi mamá, a pesar del tremendo frio al llegar al cerro; pero no mi importaba, solo quería conocer la feria de Confital para hacer que mi mamá compre manga porque me gustaba mucho.

Al dar la vuelta el cerro kasamintuni me encontré con una sorpresa porque observé en el otro cerro un bus de una flota de pasajeros, fantástico y brillante que iba de La Paz a Cochabamba por una carretera asfaltada a toda velocidad. Me sentía muy emocionado y alegre por ver muy de cerca por primera, lo que después conocería como ómnibus.

Hasta ese momento nunca había visto un auto, porque en la comunidad a sólo conocía la bicicleta. En la feria de Confital había una tranca o peaje donde un bus paraba y bajaban muchas personas, muy altas de tes blanca y algunos de ellos tenían lentes.  Empecé a observar de cerca y pensé paradito en una esquina unos treinta minutos. Había otro mundo lejos de Yarvicoya.

Comunarios de diferentes lugares próximos a Confital también llegaban a la feria con sus burritos cargados de papa, chuño, trigo y otros productos. Alrededor de la feria de Confital algunas casas estaban pintadas de blanco con techo de calamina. Eso para mí fue novedoso porque donde vivía las casas eran de adobe con techo de paja y sin luz.

MI PRIMER VIAJE A PIE
ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA

Un día, mi papá se fue a la ciudad de Cochabamba en busca de mejores condiciones de vida y pasó dos años sin verlo. Un martes mi mamá decide ir a visitarlo. Yo le perseguí, pero no sabíamos en qué lugar de la ciudad estaba viviendo.

En la feria de Confital, con mi mamá le preguntamos a don Enrique —¿en qué lugar vive don Feliciano? ¿Nos puede llevar al lugar donde está viviendo? —Y nos dijo —nos vamos a acompañar, a las dos de la tarde saldremos—Esperamos para viajar con una arroba de chuñito.

Llegamos a la casa de don Enrique en la noche y prendió la televisión; me sorprendió mucho porque hasta ese momento no había visto televisión. En la mañana nos llevó a la casa donde estaba viviendo mi papá, por Wayraq´asa.

En Wayraq´asa, vivimos un año, sin saber bien hablar castellano. Aprendí a comunicarme en la calle y escuela en la legua castellana. En el cuarto que vivíamos se hablaba en aymara.

Mi mamá iba a vender chuñu remojado en la ciudad, pero resulta que no sabía hablar quechua, ni castellano y lo peor no sabía contar, ni conocía bien el dinero; a veces tenía que devolver el cambio y se hacía ayudar con otra vendedora K’uchala.

Nos compramos un lotecito en Villa Primero de Mayo, en un sector de quechua hablantes y siempre me hablaban en quechua; tenía amigos norte potosinos y k’uchalas, así aprendí a entender lo que decían en quechua o lo que me estaban diciendo, sin embargo, no tomé mucha importancia a la lengua quechua, así pasó el tiempo.

Egresé de la carrera de Sociología de la UMSS, en 2013. Logré una Maestría en “Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable en Latinoamérica” en el Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba, AGRUCO, en 2014.

En 2016, gané una beca en Maestría Sociolingüística financiada por la Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve, Bélgica. Estuve muy emocionado, dispuesto a aprender las teorías, metodologías y herramientas de la investigación comunitaria.

Cuando iniciamos clases de Maestría, todos los beneficiarios se presentaron en su lengua originaria; de donde venían y qué hacían o a qué se dedicaban. Los participantes eran de Perú, Chile, México y de Bolivia. Hasta ese momento todo era genial y muy interesante.

Decidido a aprender a perfeccionar la escritura castellana para incursionar como investigador intercultural, me doy cuenta de que solo sabía hablar aymara, pero no escribía en aymara.

En el proceso de aprendizaje, fue un reto escribir autobiografía vivencial en lengua aymara. Además, en la Maestría empecé a revalorar y dar más importancia a las lenguas indígenas, al mismo tiempo intentar a escribir.

Encima, Tata Teófilo, nos decía: solo tienen que escribir en 700 palabritas en la lengua originaria. En el trabajo académico en su módulo, el originario estaba capturado por la academia y escribir en lengua aymara, como si fuera muy fácil de aprender la escritura en una semana o meses.

Al final me costó escribir en aymara, porque en la escuela, colegio y universidad no me enseñaron la lengua aymara.

En el módulo Taller de Investigación realizamos una práctica de investigación descolonizadora, en el municipio de Tarabuco-Chuquisaca; comunidad Pisili.

En esta comunidad aprendí a hablar el quechua —atispa mana atispa—poder o no poder, porque las familias eran quechua hablantes y todos nos hablaban en quechua; mañana, tarde y noche durante tres meses. Además, tenía un amigo quechua del trópico de Cochabamba que siempre me hablaba en quechua y me decía multilingüe; un compañero de estudio de la Maestría.

Ahora en el Estado Plurinacional, el reconocimiento de las 36 Naciones Pueblos Indígena Originario Campesino y a partir de la descolonización sociolingüística, se creó del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Aymara (ILCNA), el 5 de julio de 2013, bajo las líneas de acción: investigación sociolingüística, investigación cultural, normalización lingüística y enseñanza de la lengua aymara. 

Por tanto, es muy importante y fundamental a través del ILCNA; fortalecer y revitalizar la lengua aymara en el marco de derechos y políticas lingüísticas del “DECENIO INTERNACIONAL DE LENGUAS INDÍGENAS.

Ahora volví a entender y comprender la lógica de vivencia de la comunidad Yarvicoya-Rodeo. Al retornar de la ciudad de Cochabamba a la comunidad, al ver a los niños pasteando llamitas y ovejitas solo me recuerda a mi niñez, pero cuando llego a la casa de Sicuyani; sigo tomando agüita de Umaphuku y prendiendo mechero en las noches.

NOTA DEL EDITOR. – Eduardo López, nombró lugares en Cochabamba, con nombres aymara: Quillacollo proviene de origen aymara qhilla (ceniza) qullu (cerro)

Cala Cala proviene de qala (piedra) qala (piedra)

Muyurina proviene dos lenguas aymara y quechua: muyu es girar y en quechua rina demos vueltas

Cochabamba proviene de qhuchi (bofedal) pampa (planicie)

COMIENZA EL DESAFÍO
COMUNIDAD DE PISILI-TARABUCO
ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA
MI PRIMER VIAJE A PIE

Recuerdo que caminé por ríos y serranías. Fue muy cansador. Llevaba puesto mi ponchito de color plomo, ch’ulito, sombrerito y mis abarcas. Caminando detrás de mi mamá, a pesar del tremendo frio al llegar al cerro; pero no mi importaba, solo quería conocer la feria de Confital para hacer que mi mamá compre manga porque me gustaba mucho.

Al dar la vuelta el cerro kasamintuni me encontré con una sorpresa porque observé en el otro cerro un bus de una flota de pasajeros, fantástico y brillante que iba de La Paz a Cochabamba por una carretera asfaltada a toda velocidad. Me sentía muy emocionado y alegre por ver muy de cerca por primera, lo que después conocería como ómnibus.

Hasta ese momento nunca había visto un auto, porque en la comunidad a sólo conocía la bicicleta. En la feria de Confital había una tranca o peaje donde un bus paraba y bajaban muchas personas, muy altas de tes blanca y algunos de ellos tenían lentes.  Empecé a observar de cerca y pensé paradito en una esquina unos treinta minutos. Había otro mundo lejos de Yarvicoya.

Comunarios de diferentes lugares próximos a Confital también llegaban a la feria con sus burritos cargados de papa, chuño, trigo y otros productos. Alrededor de la feria de Confital algunas casas estaban pintadas de blanco con techo de calamina. Eso para mí fue novedoso porque donde vivía las casas eran de adobe con techo de paja y sin luz.

COMIENZA EL DESAFÍO
COMUNIDAD DE PISILI-TARABUCO

Un día, mi papá se fue a la ciudad de Cochabamba en busca de mejores condiciones de vida y pasó dos años sin verlo. Un martes mi mamá decide ir a visitarlo. Yo le perseguí, pero no sabíamos en qué lugar de la ciudad estaba viviendo.

En la feria de Confital, con mi mamá le preguntamos a don Enrique —¿en qué lugar vive don Feliciano? ¿Nos puede llevar al lugar donde está viviendo? —Y nos dijo —nos vamos a acompañar, a las dos de la tarde saldremos—Esperamos para viajar con una arroba de chuñito.

Llegamos a la casa de don Enrique en la noche y prendió la televisión; me sorprendió mucho porque hasta ese momento no había visto televisión. En la mañana nos llevó a la casa donde estaba viviendo mi papá, por Wayraq´asa.

En Wayraq´asa, vivimos un año, sin saber bien hablar castellano. Aprendí a comunicarme en la calle y escuela en la legua castellana. En el cuarto que vivíamos se hablaba en aymara.

Mi mamá iba a vender chuñu remojado en la ciudad, pero resulta que no sabía hablar quechua, ni castellano y lo peor no sabía contar, ni conocía bien el dinero; a veces tenía que devolver el cambio y se hacía ayudar con otra vendedora K’uchala.

Nos compramos un lotecito en Villa Primero de Mayo, en un sector de quechua hablantes y siempre me hablaban en quechua; tenía amigos norte potosinos y k’uchalas, así aprendí a entender lo que decían en quechua o lo que me estaban diciendo, sin embargo, no tomé mucha importancia a la lengua quechua, así pasó el tiempo.

Egresé de la carrera de Sociología de la UMSS, en 2013. Logré una Maestría en “Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable en Latinoamérica” en el Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba, AGRUCO, en 2014.

En 2016, gané una beca en Maestría Sociolingüística financiada por la Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve, Bélgica. Estuve muy emocionado, dispuesto a aprender las teorías, metodologías y herramientas de la investigación comunitaria.

ESCRIBIR EN AYMARA

Cuando iniciamos clases de Maestría, todos los beneficiarios se presentaron en su lengua originaria; de donde venían y qué hacían o a qué se dedicaban. Los participantes eran de Perú, Chile, México y de Bolivia. Hasta ese momento todo era genial y muy interesante.

Decidido a aprender a perfeccionar la escritura castellana para incursionar como investigador intercultural, me doy cuenta de que solo sabía hablar aymara, pero no escribía en aymara.

En el proceso de aprendizaje, fue un reto escribir autobiografía vivencial en lengua aymara. Además, en la Maestría empecé a revalorar y dar más importancia a las lenguas indígenas, al mismo tiempo intentar a escribir.

Encima, Tata Teófilo, nos decía: solo tienen que escribir en 700 palabritas en la lengua originaria. En el trabajo académico en su módulo, el originario estaba capturado por la academia y escribir en lengua aymara, como si fuera muy fácil de aprender la escritura en una semana o meses.

Al final me costó escribir en aymara, porque en la escuela, colegio y universidad no me enseñaron la lengua aymara.

En el módulo Taller de Investigación realizamos una práctica de investigación descolonizadora, en el municipio de Tarabuco-Chuquisaca; comunidad Pisili.

En esta comunidad aprendí a hablar el quechua —atispa mana atispa—poder o no poder, porque las familias eran quechua hablantes y todos nos hablaban en quechua; mañana, tarde y noche durante tres meses. Además, tenía un amigo quechua del trópico de Cochabamba que siempre me hablaba en quechua y me decía multilingüe; un compañero de estudio de la Maestría.

Ahora en el Estado Plurinacional, el reconocimiento de las 36 Naciones Pueblos Indígena Originario Campesino y a partir de la descolonización sociolingüística, se creó del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Aymara (ILCNA), el 5 de julio de 2013, bajo las líneas de acción: investigación sociolingüística, investigación cultural, normalización lingüística y enseñanza de la lengua aymara. 

Por tanto, es muy importante y fundamental a través del ILCNA; fortalecer y revitalizar la lengua aymara en el marco de derechos y políticas lingüísticas del “DECENIO INTERNACIONAL DE LENGUAS INDÍGENAS.

Ahora volví a entender y comprender la lógica de vivencia de la comunidad Yarvicoya-Rodeo. Al retornar de la ciudad de Cochabamba a la comunidad, al ver a los niños pasteando llamitas y ovejitas solo me recuerda a mi niñez, pero cuando llego a la casa de Sicuyani; sigo tomando agüita de Umaphuku y prendiendo mechero en las noches.

NOTA DEL EDITOR. – Eduardo López, nombró lugares en Cochabamba, con nombres aymara: Quillacollo proviene de origen aymara qhilla (ceniza) qullu (cerro)

Cala Cala proviene de qala (piedra) qala (piedra)

Muyurina proviene dos lenguas aymara y quechua: muyu es girar y en quechua rina demos vueltas

Cochabamba proviene de qhuchi (bofedal) pampa (planicie)

ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA
COMUNIDAD DE PISILI-TARABUCO
MI PRIMER VIAJE A PIE
ANALIZANDO SOBRE LA AUTONOMIA ORIGINARIA

Recuerdo que caminé por ríos y serranías. Fue muy cansador. Llevaba puesto mi ponchito de color plomo, ch’ulito, sombrerito y mis abarcas. Caminando detrás de mi mamá, a pesar del tremendo frio al llegar al cerro; pero no mi importaba, solo quería conocer la feria de Confital para hacer que mi mamá compre manga porque me gustaba mucho.

Al dar la vuelta el cerro kasamintuni me encontré con una sorpresa porque observé en el otro cerro un bus de una flota de pasajeros, fantástico y brillante que iba de La Paz a Cochabamba por una carretera asfaltada a toda velocidad. Me sentía muy emocionado y alegre por ver muy de cerca por primera, lo que después conocería como ómnibus.

Hasta ese momento nunca había visto un auto, porque en la comunidad a sólo conocía la bicicleta. En la feria de Confital había una tranca o peaje donde un bus paraba y bajaban muchas personas, muy altas de tes blanca y algunos de ellos tenían lentes.  Empecé a observar de cerca y pensé paradito en una esquina unos treinta minutos. Había otro mundo lejos de Yarvicoya.

Comunarios de diferentes lugares próximos a Confital también llegaban a la feria con sus burritos cargados de papa, chuño, trigo y otros productos. Alrededor de la feria de Confital algunas casas estaban pintadas de blanco con techo de calamina. Eso para mí fue novedoso porque donde vivía las casas eran de adobe con techo de paja y sin luz.

Un día, mi papá se fue a la ciudad de Cochabamba en busca de mejores condiciones de vida y pasó dos años sin verlo. Un martes mi mamá decide ir a visitarlo. Yo le perseguí, pero no sabíamos en qué lugar de la ciudad estaba viviendo.

En la feria de Confital, con mi mamá le preguntamos a don Enrique —¿en qué lugar vive don Feliciano? ¿Nos puede llevar al lugar donde está viviendo? —Y nos dijo —nos vamos a acompañar, a las dos de la tarde saldremos—Esperamos para viajar con una arroba de chuñito.

Llegamos a la casa de don Enrique en la noche y prendió la televisión; me sorprendió mucho porque hasta ese momento no había visto televisión. En la mañana nos llevó a la casa donde estaba viviendo mi papá, por Wayraq´asa.

En Wayraq´asa, vivimos un año, sin saber bien hablar castellano. Aprendí a comunicarme en la calle y escuela en la legua castellana. En el cuarto que vivíamos se hablaba en aymara.

Mi mamá iba a vender chuñu remojado en la ciudad, pero resulta que no sabía hablar quechua, ni castellano y lo peor no sabía contar, ni conocía bien el dinero; a veces tenía que devolver el cambio y se hacía ayudar con otra vendedora K’uchala.

Nos compramos un lotecito en Villa Primero de Mayo, en un sector de quechua hablantes y siempre me hablaban en quechua; tenía amigos norte potosinos y k’uchalas, así aprendí a entender lo que decían en quechua o lo que me estaban diciendo, sin embargo, no tomé mucha importancia a la lengua quechua, así pasó el tiempo.

Egresé de la carrera de Sociología de la UMSS, en 2013. Logré una Maestría en “Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable en Latinoamérica” en el Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba, AGRUCO, en 2014.

En 2016, gané una beca en Maestría Sociolingüística financiada por la Université Catholique de Louvain, Louvain-la-Neuve, Bélgica. Estuve muy emocionado, dispuesto a aprender las teorías, metodologías y herramientas de la investigación comunitaria.

. Redacción:
Eduardo Lopez Apaza

Originario de Yarvicoya, Challa-Tapacarí-Cochabamba. Sociólogo, Magister en Sociolingüistica y Magister en Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sustentable. Miembro de la Red de Investigación y Aprendizaje Comunitario (RIAC). Miembro de la Sociedad de Editores y Redactores SER Cochabamba.

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