GERARDO ZURITA
GERARDO ZURITA
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En Memorias que Perduran presentamos la Semblanza de Gerardo Zurita Ovando, un Cochabambino sencillo nacido en las montañas de Morochata, cuyos parajes fueron el aliciente para inspirar su talento por la pintura. Hoy es un reconocido artista plástico de la llajta
Constantino Rojas Burgos
7 de septiembre de 2024
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GERARDO ZURITA OVANDO: El dibujo, la pintura, el óleo y la escultura sus pasiones

Nacido en Morochata hace 75 años, es artista plástico dedicado a la acuarela, el óleo, tiene especial preferencia por el paisajismo que se inspira en la naturaleza.

Tiene muchas pinturas del paisaje en Sarco donde su mamá tenía una casa de las más antiguas a la orilla de la torrentera, con abundantes aguas que bajaban de la cordillera en tiempos de lluvia y cuando aún no existían las calles asfaltadas ni los departamentos.

Asegura haber pintado una infinidad de cuadros del Templo de la Merced, ubicada en la avenida Juan de Rosa y desde diferentes perspectivas.

Morochata —señala—se encuentra enclavada en una de las laderas del área andina, la Cordillera del Tunari. “Aquellos parajes tan hermosos con sonidos del río que serenan tu espíritu y te hacen tan feliz, destaca la calidad de la papa que se produce”. Se declara “comedor de papa”, principalmente de la papa wayk’u con un exquisito queso.

Dejó Morochata a tierna edad, pero a los 10 años, se le ocurrió ir a su pueblo a pie y sin conocer el camino llegó después de tres días y medio, pero se dio el gusto de volver a su tierra querida.

Recuerda a su mamá habla quechua y de ella aprendió el idioma y logró perfeccionar estando ya en la ciudad.

Recuerda que su formación escolar no fue nada fácil, sobre todo, por falta de recursos económicos y tuvo que ir a las escuelas nocturnas, lo mismo que en el ciclo secundario, pero que con esfuerzo y voluntad empezó a estudiar y crecer en el conocimiento.

Zurita remarca que la voluntad es un valor importante para aprender, “sin voluntad nada es posible, con la voluntad todo es posible, con la voluntad seguro que se puede llegar al éxito en todos los campos del saber”, reflexiona.

En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal

Aprendió a pintar siendo autodidacta desde muy niño y recuerda que en el piso de tierra aplanaba con la mano o el pie y empezaba a dibujar con el dedo cuanta imagen veía en el entorno, en la escuela se prestaba cuadernos de sus compañeros y las hojas blancas terminaban con dibujos.

Igual, las paredes blancas revocadas de yeso terminaban con dibujos en toda la pared y por cada dibujo que hacía recibía el castigo de su madre. Para ser artista dice “se nace y hace”, no puedes nacer y de pronto querer hacer lo que sea, la práctica hace al maestro, hay que practicar, nada crece sin práctica, aconseja Zurita.

En Sarco, tuvo el privilegio de vivir estar cerca de Gildaro Antezana, el pintor de gallos de pelea y de paisajes con quien compartió iniciativas e inquietudes en cuanto al arte de la pintura.

Un señor muy serio, pero un gran artista” dice Gerardo Zurita. Cuando lo conocí me dije “Dios me ha enviado al artista”, tiene gratos recuerdos de muchas horas de pintura junto a él, de escuchar sus palabras y cada consejo que dejó y marcó huella en su trabajo de pintor.

Su vocación por la pintura aflora en Sarco, la zona oeste en la casita de su mamá, a lado del río con una abundante arboleda de eucaliptos. “Un paisaje maravilloso, lleno de color, vegetación, diferentes tipos de arboledas, plantaciones de maíz, frutales”.

Ese panorama natural —indica— han influido en su espíritu y en su estado de ánimo, que, además, implica una actitud mental, no tanto una inspiración, aclara Zurita.

Agrega, luego,  con cierta añoranza haber pintado por lo menos unos cien cuadros de toda la campiña de Sarco, con especial predilección el Templo, con otros artistas que mostraron interés de pintar junto a él. Lleva medio siglo pintando paisajes.

AUTODIDACTA

Actualmente es profesor en la Escuela de Bellas Artes Raúl G. Prada, donde contribuye en la formación de artistas plásticos que van descubriendo su vocación y van logrando la pasión por el dibujo, la acuarela, el óleo y la escultura y, a pesar de contar con 75 años de vida, dedica también su tiempo a investigar la cultura y la cosmovisión andina, pero también su dedicación a la medicina tradicional.

Gerardo Zurita se siente feliz por toda la huella filosófica que contagia con su vida.

Aprendió a pintar siendo autodidacta desde muy niño y recuerda que en el piso de tierra aplanaba con la mano o el pie y empezaba a dibujar con el dedo cuanta imagen veía en el entorno, en la escuela se prestaba cuadernos de sus compañeros y las hojas blancas terminaban con dibujos.

Igual, las paredes blancas revocadas de yeso terminaban con dibujos en toda la pared y por cada dibujo que hacía recibía el castigo de su madre. Para ser artista dice “se nace y hace”, no puedes nacer y de pronto querer hacer lo que sea, la práctica hace al maestro, hay que practicar, nada crece sin práctica, aconseja Zurita.

En Sarco, tuvo el privilegio de vivir estar cerca de Gildaro Antezana, el pintor de gallos de pelea y de paisajes con quien compartió iniciativas e inquietudes en cuanto al arte de la pintura.

Un señor muy serio, pero un gran artista” dice Gerardo Zurita. Cuando lo conocí me dije “Dios me ha enviado al artista”, tiene gratos recuerdos de muchas horas de pintura junto a él, de escuchar sus palabras y cada consejo que dejó y marcó huella en su trabajo de pintor.

Su vocación por la pintura aflora en Sarco, la zona oeste en la casita de su mamá, a lado del río con una abundante arboleda de eucaliptos. “Un paisaje maravilloso, lleno de color, vegetación, diferentes tipos de arboledas, plantaciones de maíz, frutales”.

Ese panorama natural —indica— han influido en su espíritu y en su estado de ánimo, que, además, implica una actitud mental, no tanto una inspiración, aclara Zurita.

Agrega, luego,  con cierta añoranza haber pintado por lo menos unos cien cuadros de toda la campiña de Sarco, con especial predilección el Templo, con otros artistas que mostraron interés de pintar junto a él. Lleva medio siglo pintando paisajes.

Actualmente es profesor en la Escuela de Bellas Artes Raúl G. Prada, donde contribuye en la formación de artistas plásticos que van descubriendo su vocación y van logrando la pasión por el dibujo, la acuarela, el óleo y la escultura y, a pesar de contar con 75 años de vida, dedica también su tiempo a investigar la cultura y la cosmovisión andina, pero también su dedicación a la medicina tradicional.

Gerardo Zurita se siente feliz por toda la huella filosófica que contagia con su vida.

AUTODIDACTA
En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal

Aprendió a pintar siendo autodidacta desde muy niño y recuerda que en el piso de tierra aplanaba con la mano o el pie y empezaba a dibujar con el dedo cuanta imagen veía en el entorno, en la escuela se prestaba cuadernos de sus compañeros y las hojas blancas terminaban con dibujos.

Igual, las paredes blancas revocadas de yeso terminaban con dibujos en toda la pared y por cada dibujo que hacía recibía el castigo de su madre. Para ser artista dice “se nace y hace”, no puedes nacer y de pronto querer hacer lo que sea, la práctica hace al maestro, hay que practicar, nada crece sin práctica, aconseja Zurita.

En Sarco, tuvo el privilegio de vivir estar cerca de Gildaro Antezana, el pintor de gallos de pelea y de paisajes con quien compartió iniciativas e inquietudes en cuanto al arte de la pintura.

Un señor muy serio, pero un gran artista” dice Gerardo Zurita. Cuando lo conocí me dije “Dios me ha enviado al artista”, tiene gratos recuerdos de muchas horas de pintura junto a él, de escuchar sus palabras y cada consejo que dejó y marcó huella en su trabajo de pintor.

Su vocación por la pintura aflora en Sarco, la zona oeste en la casita de su mamá, a lado del río con una abundante arboleda de eucaliptos. “Un paisaje maravilloso, lleno de color, vegetación, diferentes tipos de arboledas, plantaciones de maíz, frutales”.

Ese panorama natural —indica— han influido en su espíritu y en su estado de ánimo, que, además, implica una actitud mental, no tanto una inspiración, aclara Zurita.

Agrega, luego,  con cierta añoranza haber pintado por lo menos unos cien cuadros de toda la campiña de Sarco, con especial predilección el Templo, con otros artistas que mostraron interés de pintar junto a él. Lleva medio siglo pintando paisajes.

AUTODIDACTA
En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal

Actualmente es profesor en la Escuela de Bellas Artes Raúl G. Prada, donde contribuye en la formación de artistas plásticos que van descubriendo su vocación y van logrando la pasión por el dibujo, la acuarela, el óleo y la escultura y, a pesar de contar con 75 años de vida, dedica también su tiempo a investigar la cultura y la cosmovisión andina, pero también su dedicación a la medicina tradicional.

Gerardo Zurita se siente feliz por toda la huella filosófica que contagia con su vida.

En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal
AUTODIDACTA

Aprendió a pintar siendo autodidacta desde muy niño y recuerda que en el piso de tierra aplanaba con la mano o el pie y empezaba a dibujar con el dedo cuanta imagen veía en el entorno, en la escuela se prestaba cuadernos de sus compañeros y las hojas blancas terminaban con dibujos.

Igual, las paredes blancas revocadas de yeso terminaban con dibujos en toda la pared y por cada dibujo que hacía recibía el castigo de su madre. Para ser artista dice “se nace y hace”, no puedes nacer y de pronto querer hacer lo que sea, la práctica hace al maestro, hay que practicar, nada crece sin práctica, aconseja Zurita.

En Sarco, tuvo el privilegio de vivir estar cerca de Gildaro Antezana, el pintor de gallos de pelea y de paisajes con quien compartió iniciativas e inquietudes en cuanto al arte de la pintura.

Un señor muy serio, pero un gran artista” dice Gerardo Zurita. Cuando lo conocí me dije “Dios me ha enviado al artista”, tiene gratos recuerdos de muchas horas de pintura junto a él, de escuchar sus palabras y cada consejo que dejó y marcó huella en su trabajo de pintor.

Su vocación por la pintura aflora en Sarco, la zona oeste en la casita de su mamá, a lado del río con una abundante arboleda de eucaliptos. “Un paisaje maravilloso, lleno de color, vegetación, diferentes tipos de arboledas, plantaciones de maíz, frutales”.

Ese panorama natural —indica— han influido en su espíritu y en su estado de ánimo, que, además, implica una actitud mental, no tanto una inspiración, aclara Zurita.

Agrega, luego,  con cierta añoranza haber pintado por lo menos unos cien cuadros de toda la campiña de Sarco, con especial predilección el Templo, con otros artistas que mostraron interés de pintar junto a él. Lleva medio siglo pintando paisajes.

Actualmente es profesor en la Escuela de Bellas Artes Raúl G. Prada, donde contribuye en la formación de artistas plásticos que van descubriendo su vocación y van logrando la pasión por el dibujo, la acuarela, el óleo y la escultura y, a pesar de contar con 75 años de vida, dedica también su tiempo a investigar la cultura y la cosmovisión andina, pero también su dedicación a la medicina tradicional.

Gerardo Zurita se siente feliz por toda la huella filosófica que contagia con su vida.

En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal
AUTODIDACTA
En las montañas de Cochabamba está MOROCHATA, su pueblo natal

Aprendió a pintar siendo autodidacta desde muy niño y recuerda que en el piso de tierra aplanaba con la mano o el pie y empezaba a dibujar con el dedo cuanta imagen veía en el entorno, en la escuela se prestaba cuadernos de sus compañeros y las hojas blancas terminaban con dibujos.

Igual, las paredes blancas revocadas de yeso terminaban con dibujos en toda la pared y por cada dibujo que hacía recibía el castigo de su madre. Para ser artista dice “se nace y hace”, no puedes nacer y de pronto querer hacer lo que sea, la práctica hace al maestro, hay que practicar, nada crece sin práctica, aconseja Zurita.

En Sarco, tuvo el privilegio de vivir estar cerca de Gildaro Antezana, el pintor de gallos de pelea y de paisajes con quien compartió iniciativas e inquietudes en cuanto al arte de la pintura.

Un señor muy serio, pero un gran artista” dice Gerardo Zurita. Cuando lo conocí me dije “Dios me ha enviado al artista”, tiene gratos recuerdos de muchas horas de pintura junto a él, de escuchar sus palabras y cada consejo que dejó y marcó huella en su trabajo de pintor.

Su vocación por la pintura aflora en Sarco, la zona oeste en la casita de su mamá, a lado del río con una abundante arboleda de eucaliptos. “Un paisaje maravilloso, lleno de color, vegetación, diferentes tipos de arboledas, plantaciones de maíz, frutales”.

Ese panorama natural —indica— han influido en su espíritu y en su estado de ánimo, que, además, implica una actitud mental, no tanto una inspiración, aclara Zurita.

Agrega, luego,  con cierta añoranza haber pintado por lo menos unos cien cuadros de toda la campiña de Sarco, con especial predilección el Templo, con otros artistas que mostraron interés de pintar junto a él. Lleva medio siglo pintando paisajes.

Actualmente es profesor en la Escuela de Bellas Artes Raúl G. Prada, donde contribuye en la formación de artistas plásticos que van descubriendo su vocación y van logrando la pasión por el dibujo, la acuarela, el óleo y la escultura y, a pesar de contar con 75 años de vida, dedica también su tiempo a investigar la cultura y la cosmovisión andina, pero también su dedicación a la medicina tradicional.

Gerardo Zurita se siente feliz por toda la huella filosófica que contagia con su vida.

. Redacción:
Constantino Rojas Burgos

Periodista, Investigador y Docente Universitario, miembro de la Sociedad de Editores y Redactores l SER Cochabamba

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