GONZALO RIVERO se deleita con la música de un viejo disco de vinilo, Foto: Constantino Rojas
GONZALO RIVERO se deleita con la música de un viejo disco de vinilo, Foto: Constantino Rojas
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En Memorias que Perduran, recuperamos el aporte de al menos ocho artistas plásticos nacionales, que dan rienda suelta a su creatividad desde lo que saben hacer y que comparten sus historias de vida. Radicado en Cochabamba y con plena madurez creativa, GONZALO RIVERO nos compenetra en sus pasiones culturales.
Constantino Rojas Burgos
11 de agosto de 2024
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GONZALO RIVERO, amigo de pintores, pero también de escritores

Es pintor, fotógrafo, escultor, pero también aficionado a la arqueología. Arquitecto de profesión, con estudios en la Universidad Mackenzie de San Pablo Brasil, del que guarda gratos recuerdos de su estadía en función de estudiante, principalmente relacionado con el mar, donde pasaba gran parte de su tiempo libre. Es cochabambino de nacimiento, pero un viajero del mundo, —expedicionario, de aventura— conoce nuestro país de cabo a rabo, pero también, Europa, África, Asia, donde logró tomar registros fotográficos de culturas y experiencias diversas, además de realizar exposiciones pictóricas exhibiendo sus cuadros.

Gonzalo Rivero dice ser muy amigo de pintores, pero más de escritores a los que frecuenta permanentemente para participar de la presentación de libros, sin dejar de lado la asistencia a las muestras y exposiciones de pintura que se realizan periódicamente en nuestra ciudad: Destaca la pintura de Gildardo Antezana, Amadeo Castro, Ruperto Salvatierra, José Rodríguez —entre otros— con quienes comparte la pasión que tienen por la pintura, cada uno con su propio estilo.

La afición por la pintura según Rivero, surgió desde su abuela que era muy buena pintora, la veía pintando en las persianas con motivos de pajaritos y de frutas, realizaba la técnica del grabado con terciopelo en las que su abuela plasmaba formas con mucho valor plástico. Diríamos que desde niño agarraba la acuarela y pintura empezando con unos rasgos que fue afinando de a poco, hasta después a los trece años entrar a la Escuela de Bellas Artes, para aprender el oficio de pintar con el aporte y la enseñanza de sus profesores.

Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero

Rivero recuerda que, en la carrera de arquitectura con 5 años de duración, tenía cursos de paisajismo y de levantamiento arquitectónico del estilo barroco brasileño, levantamiento a escala que aprendió a la perfección, “los profesores decían que yo tenia sensibilidad sobre el color y me animaban a participar de las exposiciones”. Asegura Rivero. Participó y compartió tiempos lindos con artistas, colegas en Brasil del cual salieron muchos expertos de su curso relacionados a la plástica.

“Tengo una técnica que se diferencia de los artistas en Bolivia, la técnica es de características pétrea”, advierte Gonzalo Rivero, es más, los críticos del arte le llaman “el picapedrero de ensueños” o “el profeta de la piedra”, porque se refieren más a la técnica, el trabajo final pétreo, usando arena, pintura y piedras azules, además de la técnica del collage utilizando el yute y queda la marca del yute impregnada en la pintura, “el artista tiene la libertad de ponerle color a todos los motivos, según el contexto donde se encuentra el pintor, asegura Ribero.

Recuerda que, en Bahía en un Congreso de Arquitectos, participó de la Primera Bienal Nacional, se fue a la playa del Fuerte, llevando pasta acrílica y trabajó utilizando las conchas de mar. “Ha sido el año más feliz de mi vida, el contacto con la gente más sencilla, pescando en alta mar, no se podría volver por la neblina, ahí escuchaba historias de los aficionados al agua y al mar”. Señala que los pescadores no se bañan en el mar si primero no pisan la arena. Rivero asegura que disfrutaba del mar y era motivo para compartir con los pescadores, hasta que su papá le pidió que volviera a Bolivia.

La primera exposición personal se realizó en Sao Paolo, en la Galería Artécnica el año 1965, a partir de ese año alcanzaría un promedio de 60 exposiciones personales en diferentes países. Pero, lo mejor que recuerda en una exposición de la que participó junto a don Alfredo Domínguez que expuso la serie de Juan Cutipa, de quien señala que era una persona con una sensibilidad muy elevada, una sencillez, “él sabía lo que valía, tenía un orgullo disimulado”. Domínguez le motivo a participar de una exposición en Tupiza donde también se presentaba una obra de Alfredo. “Tupiza me fascina por Alfredo Domínguez, pero también, Nuevos Horizontes de Liber Forti y la belleza del paisaje que hay. Yo me enamoré de Tupiza y he ido varias veces” señala Rivero.

Se declara amigo de Lorenzo Calzavarini, un sacerdote franciscano que vivió en Cochabamba y luego en Tarija, con quien compartió trabajos de investigación académica, pero también actividades religiosas, —de hecho—, Gonzalo hubiera querido ser sacerdote porque le inspira la fe y la creencia en un ser supremo, pero recuerda que cuando le hizo saber a su papá que quería ser sacerdote, su papá le dijo primero tendrás que pasar por mi cabeza, y se quedó con ese deseo, pero que se vinculó a la Congregación de los Sacerdotes Franciscanos, con quienes tiene mucha relación de trabajo y de amistad, que le permitieron precisamente un acercamiento al padre Calzavarini, su muerte le dejó una huella muy profunda.

Además de participar en diferentes exposiciones a nivel local y nacional, es aficionado de coleccionar pinturas de artistas nacionales e internacionales, asimismo, de disponer de antigüedades que ha ido comprando y coleccionado a lo largo del tiempo en diferentes lugares, el ideal según expresa Ribero, tendría interés de habilitar un museo, pero cree que solo es un sueño.

Rivero recuerda que, en la carrera de arquitectura con 5 años de duración, tenía cursos de paisajismo y de levantamiento arquitectónico del estilo barroco brasileño, levantamiento a escala que aprendió a la perfección, “los profesores decían que yo tenia sensibilidad sobre el color y me animaban a participar de las exposiciones”. Asegura Rivero. Participó y compartió tiempos lindos con artistas, colegas en Brasil del cual salieron muchos expertos de su curso relacionados a la plástica.

“Tengo una técnica que se diferencia de los artistas en Bolivia, la técnica es de características pétrea”, advierte Gonzalo Rivero, es más, los críticos del arte le llaman “el picapedrero de ensueños” o “el profeta de la piedra”, porque se refieren más a la técnica, el trabajo final pétreo, usando arena, pintura y piedras azules, además de la técnica del collage utilizando el yute y queda la marca del yute impregnada en la pintura, “el artista tiene la libertad de ponerle color a todos los motivos, según el contexto donde se encuentra el pintor, asegura Ribero.

Recuerda que, en Bahía en un Congreso de Arquitectos, participó de la Primera Bienal Nacional, se fue a la playa del Fuerte, llevando pasta acrílica y trabajó utilizando las conchas de mar. “Ha sido el año más feliz de mi vida, el contacto con la gente más sencilla, pescando en alta mar, no se podría volver por la neblina, ahí escuchaba historias de los aficionados al agua y al mar”. Señala que los pescadores no se bañan en el mar si primero no pisan la arena. Rivero asegura que disfrutaba del mar y era motivo para compartir con los pescadores, hasta que su papá le pidió que volviera a Bolivia.

La primera exposición personal se realizó en Sao Paolo, en la Galería Artécnica el año 1965, a partir de ese año alcanzaría un promedio de 60 exposiciones personales en diferentes países. Pero, lo mejor que recuerda en una exposición de la que participó junto a don Alfredo Domínguez que expuso la serie de Juan Cutipa, de quien señala que era una persona con una sensibilidad muy elevada, una sencillez, “él sabía lo que valía, tenía un orgullo disimulado”. Domínguez le motivo a participar de una exposición en Tupiza donde también se presentaba una obra de Alfredo. “Tupiza me fascina por Alfredo Domínguez, pero también, Nuevos Horizontes de Liber Forti y la belleza del paisaje que hay. Yo me enamoré de Tupiza y he ido varias veces” señala Rivero.

Se declara amigo de Lorenzo Calzavarini, un sacerdote franciscano que vivió en Cochabamba y luego en Tarija, con quien compartió trabajos de investigación académica, pero también actividades religiosas, —de hecho—, Gonzalo hubiera querido ser sacerdote porque le inspira la fe y la creencia en un ser supremo, pero recuerda que cuando le hizo saber a su papá que quería ser sacerdote, su papá le dijo primero tendrás que pasar por mi cabeza, y se quedó con ese deseo, pero que se vinculó a la Congregación de los Sacerdotes Franciscanos, con quienes tiene mucha relación de trabajo y de amistad, que le permitieron precisamente un acercamiento al padre Calzavarini, su muerte le dejó una huella muy profunda.

Además de participar en diferentes exposiciones a nivel local y nacional, es aficionado de coleccionar pinturas de artistas nacionales e internacionales, asimismo, de disponer de antigüedades que ha ido comprando y coleccionado a lo largo del tiempo en diferentes lugares, el ideal según expresa Ribero, tendría interés de habilitar un museo, pero cree que solo es un sueño.

Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero

Rivero recuerda que, en la carrera de arquitectura con 5 años de duración, tenía cursos de paisajismo y de levantamiento arquitectónico del estilo barroco brasileño, levantamiento a escala que aprendió a la perfección, “los profesores decían que yo tenia sensibilidad sobre el color y me animaban a participar de las exposiciones”. Asegura Rivero. Participó y compartió tiempos lindos con artistas, colegas en Brasil del cual salieron muchos expertos de su curso relacionados a la plástica.

“Tengo una técnica que se diferencia de los artistas en Bolivia, la técnica es de características pétrea”, advierte Gonzalo Rivero, es más, los críticos del arte le llaman “el picapedrero de ensueños” o “el profeta de la piedra”, porque se refieren más a la técnica, el trabajo final pétreo, usando arena, pintura y piedras azules, además de la técnica del collage utilizando el yute y queda la marca del yute impregnada en la pintura, “el artista tiene la libertad de ponerle color a todos los motivos, según el contexto donde se encuentra el pintor, asegura Ribero.

Recuerda que, en Bahía en un Congreso de Arquitectos, participó de la Primera Bienal Nacional, se fue a la playa del Fuerte, llevando pasta acrílica y trabajó utilizando las conchas de mar. “Ha sido el año más feliz de mi vida, el contacto con la gente más sencilla, pescando en alta mar, no se podría volver por la neblina, ahí escuchaba historias de los aficionados al agua y al mar”. Señala que los pescadores no se bañan en el mar si primero no pisan la arena. Rivero asegura que disfrutaba del mar y era motivo para compartir con los pescadores, hasta que su papá le pidió que volviera a Bolivia.

Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero

La primera exposición personal se realizó en Sao Paolo, en la Galería Artécnica el año 1965, a partir de ese año alcanzaría un promedio de 60 exposiciones personales en diferentes países. Pero, lo mejor que recuerda en una exposición de la que participó junto a don Alfredo Domínguez que expuso la serie de Juan Cutipa, de quien señala que era una persona con una sensibilidad muy elevada, una sencillez, “él sabía lo que valía, tenía un orgullo disimulado”. Domínguez le motivo a participar de una exposición en Tupiza donde también se presentaba una obra de Alfredo. “Tupiza me fascina por Alfredo Domínguez, pero también, Nuevos Horizontes de Liber Forti y la belleza del paisaje que hay. Yo me enamoré de Tupiza y he ido varias veces” señala Rivero.

Se declara amigo de Lorenzo Calzavarini, un sacerdote franciscano que vivió en Cochabamba y luego en Tarija, con quien compartió trabajos de investigación académica, pero también actividades religiosas, —de hecho—, Gonzalo hubiera querido ser sacerdote porque le inspira la fe y la creencia en un ser supremo, pero recuerda que cuando le hizo saber a su papá que quería ser sacerdote, su papá le dijo primero tendrás que pasar por mi cabeza, y se quedó con ese deseo, pero que se vinculó a la Congregación de los Sacerdotes Franciscanos, con quienes tiene mucha relación de trabajo y de amistad, que le permitieron precisamente un acercamiento al padre Calzavarini, su muerte le dejó una huella muy profunda.

Además de participar en diferentes exposiciones a nivel local y nacional, es aficionado de coleccionar pinturas de artistas nacionales e internacionales, asimismo, de disponer de antigüedades que ha ido comprando y coleccionado a lo largo del tiempo en diferentes lugares, el ideal según expresa Ribero, tendría interés de habilitar un museo, pero cree que solo es un sueño.

Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero

Rivero recuerda que, en la carrera de arquitectura con 5 años de duración, tenía cursos de paisajismo y de levantamiento arquitectónico del estilo barroco brasileño, levantamiento a escala que aprendió a la perfección, “los profesores decían que yo tenia sensibilidad sobre el color y me animaban a participar de las exposiciones”. Asegura Rivero. Participó y compartió tiempos lindos con artistas, colegas en Brasil del cual salieron muchos expertos de su curso relacionados a la plástica.

“Tengo una técnica que se diferencia de los artistas en Bolivia, la técnica es de características pétrea”, advierte Gonzalo Rivero, es más, los críticos del arte le llaman “el picapedrero de ensueños” o “el profeta de la piedra”, porque se refieren más a la técnica, el trabajo final pétreo, usando arena, pintura y piedras azules, además de la técnica del collage utilizando el yute y queda la marca del yute impregnada en la pintura, “el artista tiene la libertad de ponerle color a todos los motivos, según el contexto donde se encuentra el pintor, asegura Ribero.

Recuerda que, en Bahía en un Congreso de Arquitectos, participó de la Primera Bienal Nacional, se fue a la playa del Fuerte, llevando pasta acrílica y trabajó utilizando las conchas de mar. “Ha sido el año más feliz de mi vida, el contacto con la gente más sencilla, pescando en alta mar, no se podría volver por la neblina, ahí escuchaba historias de los aficionados al agua y al mar”. Señala que los pescadores no se bañan en el mar si primero no pisan la arena. Rivero asegura que disfrutaba del mar y era motivo para compartir con los pescadores, hasta que su papá le pidió que volviera a Bolivia.

La primera exposición personal se realizó en Sao Paolo, en la Galería Artécnica el año 1965, a partir de ese año alcanzaría un promedio de 60 exposiciones personales en diferentes países. Pero, lo mejor que recuerda en una exposición de la que participó junto a don Alfredo Domínguez que expuso la serie de Juan Cutipa, de quien señala que era una persona con una sensibilidad muy elevada, una sencillez, “él sabía lo que valía, tenía un orgullo disimulado”. Domínguez le motivo a participar de una exposición en Tupiza donde también se presentaba una obra de Alfredo. “Tupiza me fascina por Alfredo Domínguez, pero también, Nuevos Horizontes de Liber Forti y la belleza del paisaje que hay. Yo me enamoré de Tupiza y he ido varias veces” señala Rivero.

Se declara amigo de Lorenzo Calzavarini, un sacerdote franciscano que vivió en Cochabamba y luego en Tarija, con quien compartió trabajos de investigación académica, pero también actividades religiosas, —de hecho—, Gonzalo hubiera querido ser sacerdote porque le inspira la fe y la creencia en un ser supremo, pero recuerda que cuando le hizo saber a su papá que quería ser sacerdote, su papá le dijo primero tendrás que pasar por mi cabeza, y se quedó con ese deseo, pero que se vinculó a la Congregación de los Sacerdotes Franciscanos, con quienes tiene mucha relación de trabajo y de amistad, que le permitieron precisamente un acercamiento al padre Calzavarini, su muerte le dejó una huella muy profunda.

Además de participar en diferentes exposiciones a nivel local y nacional, es aficionado de coleccionar pinturas de artistas nacionales e internacionales, asimismo, de disponer de antigüedades que ha ido comprando y coleccionado a lo largo del tiempo en diferentes lugares, el ideal según expresa Ribero, tendría interés de habilitar un museo, pero cree que solo es un sueño.

Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero
Una de las obras plasticas de Gonzalo Rivero

Rivero recuerda que, en la carrera de arquitectura con 5 años de duración, tenía cursos de paisajismo y de levantamiento arquitectónico del estilo barroco brasileño, levantamiento a escala que aprendió a la perfección, “los profesores decían que yo tenia sensibilidad sobre el color y me animaban a participar de las exposiciones”. Asegura Rivero. Participó y compartió tiempos lindos con artistas, colegas en Brasil del cual salieron muchos expertos de su curso relacionados a la plástica.

“Tengo una técnica que se diferencia de los artistas en Bolivia, la técnica es de características pétrea”, advierte Gonzalo Rivero, es más, los críticos del arte le llaman “el picapedrero de ensueños” o “el profeta de la piedra”, porque se refieren más a la técnica, el trabajo final pétreo, usando arena, pintura y piedras azules, además de la técnica del collage utilizando el yute y queda la marca del yute impregnada en la pintura, “el artista tiene la libertad de ponerle color a todos los motivos, según el contexto donde se encuentra el pintor, asegura Ribero.

Recuerda que, en Bahía en un Congreso de Arquitectos, participó de la Primera Bienal Nacional, se fue a la playa del Fuerte, llevando pasta acrílica y trabajó utilizando las conchas de mar. “Ha sido el año más feliz de mi vida, el contacto con la gente más sencilla, pescando en alta mar, no se podría volver por la neblina, ahí escuchaba historias de los aficionados al agua y al mar”. Señala que los pescadores no se bañan en el mar si primero no pisan la arena. Rivero asegura que disfrutaba del mar y era motivo para compartir con los pescadores, hasta que su papá le pidió que volviera a Bolivia.

La primera exposición personal se realizó en Sao Paolo, en la Galería Artécnica el año 1965, a partir de ese año alcanzaría un promedio de 60 exposiciones personales en diferentes países. Pero, lo mejor que recuerda en una exposición de la que participó junto a don Alfredo Domínguez que expuso la serie de Juan Cutipa, de quien señala que era una persona con una sensibilidad muy elevada, una sencillez, “él sabía lo que valía, tenía un orgullo disimulado”. Domínguez le motivo a participar de una exposición en Tupiza donde también se presentaba una obra de Alfredo. “Tupiza me fascina por Alfredo Domínguez, pero también, Nuevos Horizontes de Liber Forti y la belleza del paisaje que hay. Yo me enamoré de Tupiza y he ido varias veces” señala Rivero.

Se declara amigo de Lorenzo Calzavarini, un sacerdote franciscano que vivió en Cochabamba y luego en Tarija, con quien compartió trabajos de investigación académica, pero también actividades religiosas, —de hecho—, Gonzalo hubiera querido ser sacerdote porque le inspira la fe y la creencia en un ser supremo, pero recuerda que cuando le hizo saber a su papá que quería ser sacerdote, su papá le dijo primero tendrás que pasar por mi cabeza, y se quedó con ese deseo, pero que se vinculó a la Congregación de los Sacerdotes Franciscanos, con quienes tiene mucha relación de trabajo y de amistad, que le permitieron precisamente un acercamiento al padre Calzavarini, su muerte le dejó una huella muy profunda.

Además de participar en diferentes exposiciones a nivel local y nacional, es aficionado de coleccionar pinturas de artistas nacionales e internacionales, asimismo, de disponer de antigüedades que ha ido comprando y coleccionado a lo largo del tiempo en diferentes lugares, el ideal según expresa Ribero, tendría interés de habilitar un museo, pero cree que solo es un sueño.

. Redacción:
Constantino Rojas Burgos

Periodista, Investigador y Docente Universitario, miembro de la Sociedad de Editores y Redactores l SER Cochabamba

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