“El periodismo es una profesión de servicio a la sociedad; posee el atributo de la fe pública, y su ejercicio está garantizado por la Constitución Política del Estado y sus leyes vigentes. Todo periodista está obligado a observar normas éticas en el desempeño de sus funciones”, expresa el Estatuto Orgánico del Periodista Boliviano aprobado en 1984 durante el gobierno de Hernán Siles Zuazo, sin duda, un histórico documento que hoy 10 de mayo de 2021, tiene plena vigencia.
Las normas del Estatuto fueron actualizadas en el Código de Ética Periodística aprobado por la Federación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia en su X Congreso Nacional Ordinario de Trinidad-Beni, en marzo de l991. Ambos instrumentos normativos defienden la Ley de Imprenta de 1925, también vigente en la actualidad.
La nueva CPE en su artículo 107, inciso II señala: “La información y las opiniones emitidas a través de los medios de comunicación social deben respetar los principios de veracidad y responsabilidad. Estos principios se ejercerán mediante las normas de ética y de autorregulación de las organizaciones de periodistas y medios de comunicación y su ley”.
La Asamblea Constituyente inaugurada con solemnidad el 6 de agosto de 2006 finalizó en accidentadas sesiones la redacción de la nueva Carta Magna el 10 de diciembre de 2007. En ese período, constituyentes del oficialismo y de la oposición mantuvieron debates enconados sobre la vigencia de la Ley de Imprenta, sin lograr concertación. Las corrientes enemigas de la libertad de prensa buscaban suprimirla bajo argumento de modernizarla, pero las organizaciones académicas y sindicales del periodismo, una vez más, frenaron el despropósito mediante constantes movilizaciones en las calles.
Sin otra alternativa y después de varias consultas, se aprobó como salida salomónica la Autorregulación.
Posterior a la Constituyente, los gremios de la prensa realizaron talleres y seminarios para afianzar la vigencia del Estatuto Orgánico de 1984, el Código de Ética Periodística de 1991 y la Ley de Imprenta de 1925.
La Autorregulación está contemplada en el Código Nacional de Ética Periodística, su interpretación corresponde al Tribunal Nacional de Ética Periodística, conformado de acuerdo a normas propias del Consejo Nacional de Ética Periodística, integrado por instituciones de prensa, periodistas, trabajadores de la prensa, investigadores en comunicación y entidades de radio y televisión.
El periodista es un servidor público por vocación y convicción. Debe ser consecuente con su ética profesional y ser apartidista por responsabilidad y deber moral mientras desempeña su labor informativa.
El periodista debe ser un político por naturaleza para comprender mejor la realidad de su entorno y ejercer su misión anteponiendo el bien contra el mal.
El periodista debe ser consecuente con su compromiso ético con la verdad. No traicionar ni ser desleal con su mandato: “el atributo de fe pública”.
Injuria, calumnia y difamación son delitos cometidos con frecuencia al procesar y difundir la información. Los delitos pueden ser involuntarios o deliberados. Sus efectos, igual pueden dañar el prestigio, la dignidad, y la honorabilidad de las personas o causar perjuicios económicos a instituciones.
Los delitos en el ejercicio del periodismo se ventilan ante un Tribunal de Imprenta conformado por ciudadanos notables designados por un Concejo Municipal. La ley prevé sanciones morales y pecuniarias para el transgresor pero no permite su procesamiento ante un juez ordinario. El periodista no es inmune, menos impune ante la ley.
El periodismo enfrenta hoy como ayer desafíos para mantener su independencia y su ética profesional frente al poder y el dinero; por lo mismo, sus principios de autonomía y defensa de la verdad deben ser fortalecidos frente a toda tentación de debilitarlos.
“¿Hasta qué punto un editor debe sucumbir ante las amenazas económicas, penales e incluso de seguridad y dejar de publicar una información? La conclusión: un periodista es necesario precisamente porque publica noticias que el poder no quiere que se sepan. Por desgracia, en algunos países de la región eso no siempre es posible”, explica el periodista Michael Reíd, editor sénior de The Economist, Inglaterra. (Fnpi.org/es.)
El periodista colombiano Mario Morales, profesor adjunto del Departamento de Comunicación de la Universidad Pontifica Javeriana y columnista de El Espectador, dice: “Hoy son más necesarios que nunca los medios de comunicación y periodistas fieles a su función democrática, a su responsabilidad ética y sus compromisos morales de autonomía, independencia y conciencia crítica, sobre la base de la honestidad (La ética periodística 2.0 en tiempos de incertidumbre. (fnpi.org/es/24/7/18).
En una sociedad altamente polarizada los periodistas tienen el deber de mantener su profesionalismo ético por encima de cualquier riesgo, sin importar si el medio de comunicación donde trabaja tiene militancia ideológica encubierta en nombre de la libertad de expresión.
Los periodistas deben creer en la primacía de la verdad que se funda en el principio moral y ético. La verdad siempre es antagónica frente a la mentira como la transparencia es enemiga de la corrupción, por consiguiente, el buen periodismo debe guiar su trabajo con honestidad. “La verdad hace libres y el amor vence miedos”.
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