Cuadro de la Batalla de Amiraya por Arturo Reque Meruvia (1946). Foto: Cuadro Amiraya – Reque
Cuadro de la Batalla de Amiraya por Arturo Reque Meruvia (1946). Foto: Cuadro Amiraya – Reque
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En el largo camino hacia la independencia del Alto Perú, hoy Bolivia, Cochabamba se alzó como una de las provincias más decididas, firmes y combativas. Su rol fue estratégico, decisivo y profundamente comprometido en sus diferentes estamentos.
Gunther Revollo Soria
5 de agosto de 2025
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LA HEROICA COCHABAMBA, Corazón de la resistencia en la independencia del Alto Perú

Con mucha razón en la Gaceta de Buenos Aires se publicó:

“El Alto Perú será libre porque Cochabamba quiere que lo sea”

Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834

La primera en levantarse tras la Revolución de Mayo

La noticia de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires no tardó en conocerse en las provincias del Alto Perú, que, tras ese acontecimiento, pasaron a depender nuevamente del Virreinato de Lima. Cochabamba fue la primera de estas provincias en rebelarse el 14 de septiembre de ese año, tomando el cuartel realista, apresando a los gobernadores españoles y formando una junta patriota a la cabeza de Francisco del Rivero, que proclamó su adhesión a la junta de Buenos Aires.

Fue también la primera región en formar un ejército patriota, encabezado por el coronel Esteban Arze, uno de los grandes caudillos criollos de la región. Estuvo liderado por oficiales realistas que habían adoptado la causa patriota y conformado principalmente por peones de haciendas del Valle de Cliza. Este ejército obtuvo una temprana y resonante victoria en la batalla de Aroma, en la provincia de La Paz, el 14 de noviembre de 1810, derrotando a las fuerzas realistas, inflamando el ánimo libertario a toda la región.

Economía de guerra: armamento y sustento

El compromiso cochabambino con la revolución también se vio reflejado por la puesta en marcha de los primeros talleres para la fabricación de armas patriotas en el Alto Perú. Se establecieron talleres artesanales en Cliza, Tarata y Paredón, entre otros lugares, para producir fusiles rudimentarios y cañones de estaño, además de otros implementos de combate, como ser garrotes, chuzos, macanas y barras de hierro.

Existían, así mismo, rudimentarias fábricas de pólvora, utilizando materiales como salitre, azufre y carbón vegetal, con el aporte de los estudios del sabio Tadeo Haenke, que radicaba en Cochabamba y que después murió en circunstancias misteriosas, se presume, por esta colaboración a la causa patriota.

Cochabamba se convirtió en un centro artesanal clave para la producción de armamento y aprovisionamiento para la resistencia patriota, mostrando una capacidad notable de organización popular y compromiso con la causa libertaria. Muchas mujeres, niños y ancianos participaron activamente en la producción de cartuchos, tejidos para uniformes y la recolección de insumos y víveres para los combatientes.

Este aporte logístico y militar fue también clave para sostener las campañas del Ejército del Norte, enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en auxilio del Alto Perú entre 1810 y 1817.

Las mujeres del cerro: símbolo inmortal de heroísmo

Entre los episodios más conmovedores de la gesta libertadora se encuentra la defensa de Cochabamba el 27 de mayo de 1812. Ante la inminente entrada del ejército realista de Goyeneche, que había derrotado días antes a los varones en el combate del Quehuiñal en los altos de Pocona, fueron las mujeres las que empuñaron armas improvisadas para resistir la invasión en la colina de San Sebastián: Si no hay hombres, ¡nosotras defenderemos!

La valentía de esas mujeres no tiene paralelo en otras regiones del Alto Perú o el continente y quedó testificada en los relatos de un soldado de nombre Francisco Turpin que merecieron que ante el reporte elevado al General Belgrano, se afirmara: ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras! Más aún, este sacrificio se ha convertido en un símbolo de heroísmo femenino, celebrado hasta hoy como el Día de la Madre en Bolivia.

En los enfrentamientos de ese día murieron treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. Entre los patriotas ajusticiados por los realistas tras ese episodio figuran Mariano Antezana, Agustín Ascui, José Domingo Gandarillas y Manuel Lozano.

Guerrillas rurales y resistencia sin descanso

Es importante anotar que la guerra no se libró solo en las ciudades; en las zonas rurales, montoneras populares operaban desde Ayopaya, Sacaba, Tapacarí, el Valle Alto y la zona entre Totora y los valles cruceños, dificultando decisivamente el control realista. Estas guerrillas, muchas veces formadas por indígenas y mestizos, saqueaban haciendas para beneficio de la causa patriota; y, favorecidas por su mayor conocimiento del terreno, interceptaban y combatían con audacia a las fuerzas realistas.

Las montoneras estuvieron activas de 1811 a 1824, principalmente después de la retirada de los ejércitos auxiliares enviados desde las provincias del Río de la Plata y luego también asociadas a las Republiquetas de Ayopaya y Vallegrande. Esta participación popular marcó una diferencia con otras provincias, donde el protagonismo se concentraba en sectores más reducidos.

Líderes como Manuel el "Curitu" Rojas emergieron desde el campo, demostrando que la lucha no era solo de las élites ilustradas, sino también del pueblo llano. Dicho héroe y
bandolero encontró su fin, junto a otros dos grandes protagonistas de la lucha por la independencia en Cochabamba: Cabogordo y Melchor Guzmán, apodado el “Quitón”. Tomados prisioneros en un evento social en Totora en 1819, estos últimos fueron fusilados; al “Curitu” lo despeñaron envuelto en un pellejo de buey, en venganza de que años antes había asesinado a los herederos del terrateniente peninsular Baltazar Peramás.

El autor en la Casa de la Libertad (2025), Foto: Sucre - Autor
La chispa que encendió la libertad definitiva

Territorio clave, provincia rebelde

Por su ubicación estratégica, Cochabamba fue una retaguardia sólida para la insurgencia y un muro de contención contra los avances realistas hacia el sur. Su constancia hizo de Cochabamba una de las regiones más difíciles de pacificar por los realistas.

Los levantamientos eran continuos, y no solo en la capital, sino también en comunidades y provincias menores. Las élites cochabambinas se mantuvieron revolucionarias incluso cuando otras regiones flaqueaban, lo que fortaleció aún más su imagen como bastión de la libertad.

Las fuerzas cochabambinas lucharon en decenas de batallas en todo el territorio altoperuano: Aroma (1810), Huaqui (1811), Amiraya (1811), Quehuiñal (1812), Coronilla (1812), Vilcapugio (1813), Ayohuma (1813), Viloma (1815), Vallegrande (1817), solo por nombrar algunas.

La primera en levantarse tras la Revolución de Mayo

La noticia de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires no tardó en conocerse en las provincias del Alto Perú, que, tras ese acontecimiento, pasaron a depender nuevamente del Virreinato de Lima. Cochabamba fue la primera de estas provincias en rebelarse el 14 de septiembre de ese año, tomando el cuartel realista, apresando a los gobernadores españoles y formando una junta patriota a la cabeza de Francisco del Rivero, que proclamó su adhesión a la junta de Buenos Aires.

Fue también la primera región en formar un ejército patriota, encabezado por el coronel Esteban Arze, uno de los grandes caudillos criollos de la región. Estuvo liderado por oficiales realistas que habían adoptado la causa patriota y conformado principalmente por peones de haciendas del Valle de Cliza. Este ejército obtuvo una temprana y resonante victoria en la batalla de Aroma, en la provincia de La Paz, el 14 de noviembre de 1810, derrotando a las fuerzas realistas, inflamando el ánimo libertario a toda la región.

El compromiso cochabambino con la revolución también se vio reflejado por la puesta en marcha de los primeros talleres para la fabricación de armas patriotas en el Alto Perú. Se establecieron talleres artesanales en Cliza, Tarata y Paredón, entre otros lugares, para producir fusiles rudimentarios y cañones de estaño, además de otros implementos de combate, como ser garrotes, chuzos, macanas y barras de hierro.

Existían, así mismo, rudimentarias fábricas de pólvora, utilizando materiales como salitre, azufre y carbón vegetal, con el aporte de los estudios del sabio Tadeo Haenke, que radicaba en Cochabamba y que después murió en circunstancias misteriosas, se presume, por esta colaboración a la causa patriota.

Cochabamba se convirtió en un centro artesanal clave para la producción de armamento y aprovisionamiento para la resistencia patriota, mostrando una capacidad notable de organización popular y compromiso con la causa libertaria. Muchas mujeres, niños y ancianos participaron activamente en la producción de cartuchos, tejidos para uniformes y la recolección de insumos y víveres para los combatientes.

Este aporte logístico y militar fue también clave para sostener las campañas del Ejército del Norte, enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en auxilio del Alto Perú entre 1810 y 1817.

Las mujeres del cerro: símbolo inmortal de heroísmo

Entre los episodios más conmovedores de la gesta libertadora se encuentra la defensa de Cochabamba el 27 de mayo de 1812. Ante la inminente entrada del ejército realista de Goyeneche, que había derrotado días antes a los varones en el combate del Quehuiñal en los altos de Pocona, fueron las mujeres las que empuñaron armas improvisadas para resistir la invasión en la colina de San Sebastián: Si no hay hombres, ¡nosotras defenderemos!

La valentía de esas mujeres no tiene paralelo en otras regiones del Alto Perú o el continente y quedó testificada en los relatos de un soldado de nombre Francisco Turpin que merecieron que ante el reporte elevado al General Belgrano, se afirmara: ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras! Más aún, este sacrificio se ha convertido en un símbolo de heroísmo femenino, celebrado hasta hoy como el Día de la Madre en Bolivia.

En los enfrentamientos de ese día murieron treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. Entre los patriotas ajusticiados por los realistas tras ese episodio figuran Mariano Antezana, Agustín Ascui, José Domingo Gandarillas y Manuel Lozano.

Economía de guerra: armamento y sustento

Guerrillas rurales y resistencia sin descanso

Es importante anotar que la guerra no se libró solo en las ciudades; en las zonas rurales, montoneras populares operaban desde Ayopaya, Sacaba, Tapacarí, el Valle Alto y la zona entre Totora y los valles cruceños, dificultando decisivamente el control realista. Estas guerrillas, muchas veces formadas por indígenas y mestizos, saqueaban haciendas para beneficio de la causa patriota; y, favorecidas por su mayor conocimiento del terreno, interceptaban y combatían con audacia a las fuerzas realistas.

Las montoneras estuvieron activas de 1811 a 1824, principalmente después de la retirada de los ejércitos auxiliares enviados desde las provincias del Río de la Plata y luego también asociadas a las Republiquetas de Ayopaya y Vallegrande. Esta participación popular marcó una diferencia con otras provincias, donde el protagonismo se concentraba en sectores más reducidos.

Líderes como Manuel el "Curitu" Rojas emergieron desde el campo, demostrando que la lucha no era solo de las élites ilustradas, sino también del pueblo llano. Dicho héroe y
bandolero encontró su fin, junto a otros dos grandes protagonistas de la lucha por la independencia en Cochabamba: Cabogordo y Melchor Guzmán, apodado el “Quitón”. Tomados prisioneros en un evento social en Totora en 1819, estos últimos fueron fusilados; al “Curitu” lo despeñaron envuelto en un pellejo de buey, en venganza de que años antes había asesinado a los herederos del terrateniente peninsular Baltazar Peramás.

Territorio clave, provincia rebelde

Por su ubicación estratégica, Cochabamba fue una retaguardia sólida para la insurgencia y un muro de contención contra los avances realistas hacia el sur. Su constancia hizo de Cochabamba una de las regiones más difíciles de pacificar por los realistas.

Los levantamientos eran continuos, y no solo en la capital, sino también en comunidades y provincias menores. Las élites cochabambinas se mantuvieron revolucionarias incluso cuando otras regiones flaqueaban, lo que fortaleció aún más su imagen como bastión de la libertad.

Las fuerzas cochabambinas lucharon en decenas de batallas en todo el territorio altoperuano: Aroma (1810), Huaqui (1811), Amiraya (1811), Quehuiñal (1812), Coronilla (1812), Vilcapugio (1813), Ayohuma (1813), Viloma (1815), Vallegrande (1817), solo por nombrar algunas.

Tras la victoria decisiva de Sucre en la batalla de Ayacucho, que selló la independencia del Perú en diciembre de 1824, Cochabamba fue la primera de las provincias altoperuanas en levantarse, esta vez para recibir a los ejércitos libertadores provenientes de la Gran Colombia. El 14 de enero de 1825, fue el levantamiento definitivo de Cochabamba a la cabeza de Bartolomé Guzmán, único sobreviviente de los líderes de septiembre de 1810, abriendo las puertas a la libertad y encendiendo la última etapa del proceso emancipador, siendo replicada por La Paz, Vallegrande, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija de forma sucesiva.

En reconocimiento a su valor y constancia, en su visita a Cochabamba el mes de julio de 1825, Antonio José de Sucre confirió cinta y escudo verdes, y medallas de oro y plata a los patriotas cochabambinos Bartolomé Guzmán, Antonio Saturnino Sánchez y Casimiro Bellot, por su protagonismo en el pronunciamiento autonómico de ese 14 de enero. Aunque ha quedado en el olvido, nuestros munícipes antecesores habían declarado dicha fecha: Día cívico de Cochabamba.

Sucre informó a Bolívar todos estos acontecimientos y le habló sobre lo benigno del clima y lo fértil de las tierras cochabambinas. La declararon “ciudad heroica” y se consideró incluso la posibilidad de hacer de Cochabamba la capital de la nueva República, por su ubicación central, su energía patriótica y su historia de lucha.

Legado perpetuo

Hoy, a dos siglos de esos hechos, la historia de Cochabamba no puede ser contada al margen de la Independencia de la patria que nació en 1825. Su participación temprana, su resistencia marcial, femenina y rural, su apoyo logístico y su fe inquebrantable en la causa de la libertad la convirtieron en uno de los corazones más valientes del nacimiento de Bolivia.

Cochabamba no solo luchó por su libertad: luchó por la libertad de todos.

Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834
La chispa que encendió la libertad definitiva
El autor en la Casa de la Libertad (2025), Foto: Sucre - Autor

La primera en levantarse tras la Revolución de Mayo

La noticia de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires no tardó en conocerse en las provincias del Alto Perú, que, tras ese acontecimiento, pasaron a depender nuevamente del Virreinato de Lima. Cochabamba fue la primera de estas provincias en rebelarse el 14 de septiembre de ese año, tomando el cuartel realista, apresando a los gobernadores españoles y formando una junta patriota a la cabeza de Francisco del Rivero, que proclamó su adhesión a la junta de Buenos Aires.

Fue también la primera región en formar un ejército patriota, encabezado por el coronel Esteban Arze, uno de los grandes caudillos criollos de la región. Estuvo liderado por oficiales realistas que habían adoptado la causa patriota y conformado principalmente por peones de haciendas del Valle de Cliza. Este ejército obtuvo una temprana y resonante victoria en la batalla de Aroma, en la provincia de La Paz, el 14 de noviembre de 1810, derrotando a las fuerzas realistas, inflamando el ánimo libertario a toda la región.

Economía de guerra: armamento y sustento
Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834

El compromiso cochabambino con la revolución también se vio reflejado por la puesta en marcha de los primeros talleres para la fabricación de armas patriotas en el Alto Perú. Se establecieron talleres artesanales en Cliza, Tarata y Paredón, entre otros lugares, para producir fusiles rudimentarios y cañones de estaño, además de otros implementos de combate, como ser garrotes, chuzos, macanas y barras de hierro.

Existían, así mismo, rudimentarias fábricas de pólvora, utilizando materiales como salitre, azufre y carbón vegetal, con el aporte de los estudios del sabio Tadeo Haenke, que radicaba en Cochabamba y que después murió en circunstancias misteriosas, se presume, por esta colaboración a la causa patriota.

Cochabamba se convirtió en un centro artesanal clave para la producción de armamento y aprovisionamiento para la resistencia patriota, mostrando una capacidad notable de organización popular y compromiso con la causa libertaria. Muchas mujeres, niños y ancianos participaron activamente en la producción de cartuchos, tejidos para uniformes y la recolección de insumos y víveres para los combatientes.

Este aporte logístico y militar fue también clave para sostener las campañas del Ejército del Norte, enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en auxilio del Alto Perú entre 1810 y 1817.

Las mujeres del cerro: símbolo inmortal de heroísmo

Entre los episodios más conmovedores de la gesta libertadora se encuentra la defensa de Cochabamba el 27 de mayo de 1812. Ante la inminente entrada del ejército realista de Goyeneche, que había derrotado días antes a los varones en el combate del Quehuiñal en los altos de Pocona, fueron las mujeres las que empuñaron armas improvisadas para resistir la invasión en la colina de San Sebastián: Si no hay hombres, ¡nosotras defenderemos!

La valentía de esas mujeres no tiene paralelo en otras regiones del Alto Perú o el continente y quedó testificada en los relatos de un soldado de nombre Francisco Turpin que merecieron que ante el reporte elevado al General Belgrano, se afirmara: ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras! Más aún, este sacrificio se ha convertido en un símbolo de heroísmo femenino, celebrado hasta hoy como el Día de la Madre en Bolivia.

En los enfrentamientos de ese día murieron treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. Entre los patriotas ajusticiados por los realistas tras ese episodio figuran Mariano Antezana, Agustín Ascui, José Domingo Gandarillas y Manuel Lozano.

Guerrillas rurales y resistencia sin descanso

Es importante anotar que la guerra no se libró solo en las ciudades; en las zonas rurales, montoneras populares operaban desde Ayopaya, Sacaba, Tapacarí, el Valle Alto y la zona entre Totora y los valles cruceños, dificultando decisivamente el control realista. Estas guerrillas, muchas veces formadas por indígenas y mestizos, saqueaban haciendas para beneficio de la causa patriota; y, favorecidas por su mayor conocimiento del terreno, interceptaban y combatían con audacia a las fuerzas realistas.

Las montoneras estuvieron activas de 1811 a 1824, principalmente después de la retirada de los ejércitos auxiliares enviados desde las provincias del Río de la Plata y luego también asociadas a las Republiquetas de Ayopaya y Vallegrande. Esta participación popular marcó una diferencia con otras provincias, donde el protagonismo se concentraba en sectores más reducidos.

Líderes como Manuel el "Curitu" Rojas emergieron desde el campo, demostrando que la lucha no era solo de las élites ilustradas, sino también del pueblo llano. Dicho héroe y
bandolero encontró su fin, junto a otros dos grandes protagonistas de la lucha por la independencia en Cochabamba: Cabogordo y Melchor Guzmán, apodado el “Quitón”. Tomados prisioneros en un evento social en Totora en 1819, estos últimos fueron fusilados; al “Curitu” lo despeñaron envuelto en un pellejo de buey, en venganza de que años antes había asesinado a los herederos del terrateniente peninsular Baltazar Peramás.

Territorio clave, provincia rebelde

Por su ubicación estratégica, Cochabamba fue una retaguardia sólida para la insurgencia y un muro de contención contra los avances realistas hacia el sur. Su constancia hizo de Cochabamba una de las regiones más difíciles de pacificar por los realistas.

Los levantamientos eran continuos, y no solo en la capital, sino también en comunidades y provincias menores. Las élites cochabambinas se mantuvieron revolucionarias incluso cuando otras regiones flaqueaban, lo que fortaleció aún más su imagen como bastión de la libertad.

Las fuerzas cochabambinas lucharon en decenas de batallas en todo el territorio altoperuano: Aroma (1810), Huaqui (1811), Amiraya (1811), Quehuiñal (1812), Coronilla (1812), Vilcapugio (1813), Ayohuma (1813), Viloma (1815), Vallegrande (1817), solo por nombrar algunas.

La chispa que encendió la libertad definitiva
El autor en la Casa de la Libertad (2025), Foto: Sucre - Autor

Tras la victoria decisiva de Sucre en la batalla de Ayacucho, que selló la independencia del Perú en diciembre de 1824, Cochabamba fue la primera de las provincias altoperuanas en levantarse, esta vez para recibir a los ejércitos libertadores provenientes de la Gran Colombia. El 14 de enero de 1825, fue el levantamiento definitivo de Cochabamba a la cabeza de Bartolomé Guzmán, único sobreviviente de los líderes de septiembre de 1810, abriendo las puertas a la libertad y encendiendo la última etapa del proceso emancipador, siendo replicada por La Paz, Vallegrande, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija de forma sucesiva.

En reconocimiento a su valor y constancia, en su visita a Cochabamba el mes de julio de 1825, Antonio José de Sucre confirió cinta y escudo verdes, y medallas de oro y plata a los patriotas cochabambinos Bartolomé Guzmán, Antonio Saturnino Sánchez y Casimiro Bellot, por su protagonismo en el pronunciamiento autonómico de ese 14 de enero. Aunque ha quedado en el olvido, nuestros munícipes antecesores habían declarado dicha fecha: Día cívico de Cochabamba.

Sucre informó a Bolívar todos estos acontecimientos y le habló sobre lo benigno del clima y lo fértil de las tierras cochabambinas. La declararon “ciudad heroica” y se consideró incluso la posibilidad de hacer de Cochabamba la capital de la nueva República, por su ubicación central, su energía patriótica y su historia de lucha.

Legado perpetuo

Hoy, a dos siglos de esos hechos, la historia de Cochabamba no puede ser contada al margen de la Independencia de la patria que nació en 1825. Su participación temprana, su resistencia marcial, femenina y rural, su apoyo logístico y su fe inquebrantable en la causa de la libertad la convirtieron en uno de los corazones más valientes del nacimiento de Bolivia.

Cochabamba no solo luchó por su libertad: luchó por la libertad de todos.

Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834
Economía de guerra: armamento y sustento

La primera en levantarse tras la Revolución de Mayo

La noticia de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires no tardó en conocerse en las provincias del Alto Perú, que, tras ese acontecimiento, pasaron a depender nuevamente del Virreinato de Lima. Cochabamba fue la primera de estas provincias en rebelarse el 14 de septiembre de ese año, tomando el cuartel realista, apresando a los gobernadores españoles y formando una junta patriota a la cabeza de Francisco del Rivero, que proclamó su adhesión a la junta de Buenos Aires.

Fue también la primera región en formar un ejército patriota, encabezado por el coronel Esteban Arze, uno de los grandes caudillos criollos de la región. Estuvo liderado por oficiales realistas que habían adoptado la causa patriota y conformado principalmente por peones de haciendas del Valle de Cliza. Este ejército obtuvo una temprana y resonante victoria en la batalla de Aroma, en la provincia de La Paz, el 14 de noviembre de 1810, derrotando a las fuerzas realistas, inflamando el ánimo libertario a toda la región.

La chispa que encendió la libertad definitiva
El autor en la Casa de la Libertad (2025), Foto: Sucre - Autor

El compromiso cochabambino con la revolución también se vio reflejado por la puesta en marcha de los primeros talleres para la fabricación de armas patriotas en el Alto Perú. Se establecieron talleres artesanales en Cliza, Tarata y Paredón, entre otros lugares, para producir fusiles rudimentarios y cañones de estaño, además de otros implementos de combate, como ser garrotes, chuzos, macanas y barras de hierro.

Existían, así mismo, rudimentarias fábricas de pólvora, utilizando materiales como salitre, azufre y carbón vegetal, con el aporte de los estudios del sabio Tadeo Haenke, que radicaba en Cochabamba y que después murió en circunstancias misteriosas, se presume, por esta colaboración a la causa patriota.

Cochabamba se convirtió en un centro artesanal clave para la producción de armamento y aprovisionamiento para la resistencia patriota, mostrando una capacidad notable de organización popular y compromiso con la causa libertaria. Muchas mujeres, niños y ancianos participaron activamente en la producción de cartuchos, tejidos para uniformes y la recolección de insumos y víveres para los combatientes.

Este aporte logístico y militar fue también clave para sostener las campañas del Ejército del Norte, enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en auxilio del Alto Perú entre 1810 y 1817.

Las mujeres del cerro: símbolo inmortal de heroísmo

Entre los episodios más conmovedores de la gesta libertadora se encuentra la defensa de Cochabamba el 27 de mayo de 1812. Ante la inminente entrada del ejército realista de Goyeneche, que había derrotado días antes a los varones en el combate del Quehuiñal en los altos de Pocona, fueron las mujeres las que empuñaron armas improvisadas para resistir la invasión en la colina de San Sebastián: Si no hay hombres, ¡nosotras defenderemos!

La valentía de esas mujeres no tiene paralelo en otras regiones del Alto Perú o el continente y quedó testificada en los relatos de un soldado de nombre Francisco Turpin que merecieron que ante el reporte elevado al General Belgrano, se afirmara: ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras! Más aún, este sacrificio se ha convertido en un símbolo de heroísmo femenino, celebrado hasta hoy como el Día de la Madre en Bolivia.

En los enfrentamientos de ese día murieron treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. Entre los patriotas ajusticiados por los realistas tras ese episodio figuran Mariano Antezana, Agustín Ascui, José Domingo Gandarillas y Manuel Lozano.

Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834
El autor en la Casa de la Libertad (2025), Foto: Sucre - Autor
Economía de guerra: armamento y sustento
Mapa de Bolivia publicado por H.S. Tanner en Filadelfia, E.U.A. (1834), Foto: Mapa Bolivia 1834

La primera en levantarse tras la Revolución de Mayo

La noticia de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires no tardó en conocerse en las provincias del Alto Perú, que, tras ese acontecimiento, pasaron a depender nuevamente del Virreinato de Lima. Cochabamba fue la primera de estas provincias en rebelarse el 14 de septiembre de ese año, tomando el cuartel realista, apresando a los gobernadores españoles y formando una junta patriota a la cabeza de Francisco del Rivero, que proclamó su adhesión a la junta de Buenos Aires.

Fue también la primera región en formar un ejército patriota, encabezado por el coronel Esteban Arze, uno de los grandes caudillos criollos de la región. Estuvo liderado por oficiales realistas que habían adoptado la causa patriota y conformado principalmente por peones de haciendas del Valle de Cliza. Este ejército obtuvo una temprana y resonante victoria en la batalla de Aroma, en la provincia de La Paz, el 14 de noviembre de 1810, derrotando a las fuerzas realistas, inflamando el ánimo libertario a toda la región.

El compromiso cochabambino con la revolución también se vio reflejado por la puesta en marcha de los primeros talleres para la fabricación de armas patriotas en el Alto Perú. Se establecieron talleres artesanales en Cliza, Tarata y Paredón, entre otros lugares, para producir fusiles rudimentarios y cañones de estaño, además de otros implementos de combate, como ser garrotes, chuzos, macanas y barras de hierro.

Existían, así mismo, rudimentarias fábricas de pólvora, utilizando materiales como salitre, azufre y carbón vegetal, con el aporte de los estudios del sabio Tadeo Haenke, que radicaba en Cochabamba y que después murió en circunstancias misteriosas, se presume, por esta colaboración a la causa patriota.

Cochabamba se convirtió en un centro artesanal clave para la producción de armamento y aprovisionamiento para la resistencia patriota, mostrando una capacidad notable de organización popular y compromiso con la causa libertaria. Muchas mujeres, niños y ancianos participaron activamente en la producción de cartuchos, tejidos para uniformes y la recolección de insumos y víveres para los combatientes.

Este aporte logístico y militar fue también clave para sostener las campañas del Ejército del Norte, enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en auxilio del Alto Perú entre 1810 y 1817.

. Redacción:
Gunther Revollo Soria

Economista, cultor de la artes escénicas e investigador histórico

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