Jenny Céspedes Quiroga en Loreto (Zona Sur). Foto: temascbba
Jenny Céspedes Quiroga en Loreto (Zona Sur). Foto: temascbba
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Desde el popular barrio de Loreto, en el sur de Cochabamba, un corazón solidario obra en silencio, poniendo al servicio de los que más necesitan su profesión, sus recursos y su tiempo. En el camino ha enfrentado críticas, discriminación y dura oposición, pero también recibido manos dispuestas que se han sumado a su causa.
Marcos Figueroa Candia
2 de diciembre de 2025
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JENNY CÉSPEDES QUIROGA, una experiencia solidaria que pone la profesión al servicio de los que más necesitan

Loreto lo que queda de él y su carácter

 Loreto es un barrio emblemático y muy querido por los cochabambinos, sobre todo de nuestros llajtamasis que viven en la Gran Zona Sur; la Iglesia de Loreto ha visto miles de vidas casarse, ser bautizados, confirmados y estar unidos en oración, también en tiempos de las dictaduras militares fue refugio de perseguidos y protección de huelguistas que lucharon por la recuperación de la democracia. Quizás estas experiencias y otras, con seguridad, forjaron el carácter del primer barrio del sur de la ciudad de Cochabamba, una zona que, en un principio se hizo en emergencia, pero que con los años fue construyéndose como un vital espacio urbano. Hoy Loreto es puerta de entrada a una parte del gran abanico de los barrios de la zona sur.

 La vitalidad de Loreto es reflejo de su multidimensional oferta de movimiento económico: Comercio, Servicios, Escuelas, Iglesias, Centros de Salud, Mercados, Grandes Centros de Esparcimiento, Música y mucho movimiento que uno puede ver todo el día y en especial al finalizar la tarde. Pero esto es más reflejo del esfuerzo mancomunado y social de su gente que de las frecuentes ausencias del servicio público para con este espacio. La Zona Sur siempre ha estado en emergencia porque siempre ha existido una deuda social con sus barrios. De ahí el carácter del Sureño de Cochabamba, porque su temple ha construido en comunidad lo que hoy son: El espacio vital y el futuro de la ciudad.

Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba

Ahí, en una de sus calles de comunidad, en un espacio humilde y familiar nació Jenny Céspedes Quiroga, una inquieta y menuda damita que aprendió desde temprana edad a sopesar la vida y a construir destino sorteando las carencias. -Crecí en una familia trabajadora. Con mi mamá, mi abuelita y mis hermanitos vendíamos comida y refrescos en una parada de trufi, a dos cuadras de donde vivíamos. Mi papá era albañil. No teníamos mucho, apenas lo justo para la comida del día- recuerda con nostalgia. Y fue en una de las tradicionales paradas de trufis que Jenny aprendió el valor de servir, y aunque era trabajo o ayuda a su familia, era la cercanía con nuestra gente lo que la motivaba a aprender más; su vida, como la de muchos hijos de esta tierra, tuvo que combinar la escuela con la necesidad de trabajar a temprana edad, no había remedio. -La comida es negocio en cualquier lugar, por eso servir a los choferes en su parada fue mi primer recuerdo de servicio. Desde muy pequeña entendí que la vida no siempre es fácil, pero también que con esfuerzo se puede salir adelante-.

La formación universitaria, las apariencias y el compromiso

La Migración, ese momento duro pero necesario

 -A mis 16 años, cuando ya estaba por terminar el colegio, mi mamá tomó una decisión muy dura: migrar a otro país. Recuerdo que nos dijo: “si me voy, podré hacerlos estudiar”-. Como les ha pasado a miles de familias en Cochabamba, su núcleo de hogar tuvo que experimentar la separación por buscar mejores oportunidades, mejor futuro. Ella y sus hermanos menores se quedaban bajo su propio cuidado y el apoyo de papá. El desgarrador momento de despedirse en el Aeropuerto y volver a casa a consolar cada momento, cada día, es algo que la marca y la vence cada vez que lo recuerda, solloza y mira con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas una imagen infinita, ese momento en que mamá ya no está; es quizás el dolor, la rabia, la angustia de enfrentarse a algo difícil. Respira otra vez y vuelve a su color, a darse ánimos…-es por nosotros, es por ellos-.

La migración ha sido y sigue siendo para muchos llajtamasis una decisión de honor, pero con un alto costo…el desarraigo. Y aunque muchos han vuelto cumpliendo el objetivo de traer más recursos para mejores días, los hogares se han destruido por periodos largos y el tiempo ya no se recupera, los hijos crecen con ausencias y pese a las fortalezas cargan un dolor difícil de llenar. En el exterior nuestras comunidades de residentes son grandes, llenas de empatía y de apoyo en comunidad para con nuestros compatriotas, cargan lejos de su tierra su cultura, sus costumbres, sus angustias y esperanzas, todo por mejores días. Todos en este valle bendito tenemos un familiar cercano que ha migrado y añora su patria. -En ese momento no entendí todo lo que eso significaba, pero esa promesa me marcó para siempre. Yo decidí estudiar Odontología en la Universidad Mayor de San Simón. Sabía que era una carrera cara y exigente, pero también sabía que debía hacerlo- recuerda.

-La universidad fue una de las etapas más difíciles de mi vida, no solo por el esfuerzo económico o el cansancio de estudiar y trabajar al mismo tiempo, sino por las actitudes desmotivadoras que enfrenté-. Y lo es para cualquiera que decide estudiar una carrera universitaria. Nuestra Alma Mater San Simón es un mundo de oportunidades, pero también de desafíos.

Jenny decide formarse en la Odontología y avanza en su carrera con la obligatoria necesidad de trabajar-estudiar, pues estaba a cargo de sus hermanos, de su casa, de sus alimentos y vestimenta, encima de ella misma. -Mientras estudiaba, trabajé en todo lo que podía: era pinta caritas en cumpleaños, me disfrazaba de muñeco animado, hacía manillas, vendía desayunos y galletas, fui degustadora de embutidos y limpiaba casas. Cada trabajo, por pequeño que pareciera, me ayudaba a seguir adelante. Fueron años muy duros, pero también los que más me fortalecieron. Y así, con esfuerzo, lágrimas, logré terminar la carrera-.

En una de tantas navidades. Foto: temascbba
La solidaridad, una forma de servir e inspirar

La carrera tenía sus desafíos y sus altos costos, pero nunca imaginaría que una situación concreta con una docente, le mostraría su valor personal y la dignidad que llevaba adentro. -Desde el primer año sentí discriminación, racismo, misoginia; y, sobre todo, la falta de empatía de algunas personas que parecían disfrutar al querer hacerme desistir. Recuerdo a una docente, muy claramente. Quizás le incomodaban mis manos marcadas con cicatrices —quemaduras de aceite por cocinar— y que ella quizá pensó que eran por cigarrillo. Mi rostro estaba quemado por el sol, reseco, paspado, porque pasaba horas en la calle ayudando a vender, trabajando de lo que hubiera-. Cuesta creer que en nuestra universidad haya existido y exista todavía la discriminación y acciones que, en lugar de potenciar las capacidades de cada estudiante, busquen hacerlos desistir, solo porque uno carga una condición social o económica.

-Esa docente me dijo que nunca sería doctora, que mejor me fuera a pelar papas a la cancha, que con lo que ganara me comprara ropa “decente” y me parara en la puerta de la universidad…que tal vez, si tenía suerte, algún estudiante quisiera hacerme su esposa. Son recuerdos que duelen, pero son necesarios de contar, pues durante mucho tiempo también hicimos oídos sordos o volcamos la mirada cada vez que estas situaciones se reflejaban en nuestra propia casa de estudios superiores. La experiencia de Jenny quizás es la experiencia de muchos corazones que deciden estudiar una carrera universitaria, pero que encuentran muros infranqueables. -Fue humillante. Me dolió profundamente. Pero al mismo tiempo, esas palabras se convirtieron en fuerza para seguir-.

Ahí, en una de sus calles de comunidad, en un espacio humilde y familiar nació Jenny Céspedes Quiroga, una inquieta y menuda damita que aprendió desde temprana edad a sopesar la vida y a construir destino sorteando las carencias. -Crecí en una familia trabajadora. Con mi mamá, mi abuelita y mis hermanitos vendíamos comida y refrescos en una parada de trufi, a dos cuadras de donde vivíamos. Mi papá era albañil. No teníamos mucho, apenas lo justo para la comida del día- recuerda con nostalgia. Y fue en una de las tradicionales paradas de trufis que Jenny aprendió el valor de servir, y aunque era trabajo o ayuda a su familia, era la cercanía con nuestra gente lo que la motivaba a aprender más; su vida, como la de muchos hijos de esta tierra, tuvo que combinar la escuela con la necesidad de trabajar a temprana edad, no había remedio. -La comida es negocio en cualquier lugar, por eso servir a los choferes en su parada fue mi primer recuerdo de servicio. Desde muy pequeña entendí que la vida no siempre es fácil, pero también que con esfuerzo se puede salir adelante-.

La Migración, ese momento duro pero necesario

 -A mis 16 años, cuando ya estaba por terminar el colegio, mi mamá tomó una decisión muy dura: migrar a otro país. Recuerdo que nos dijo: “si me voy, podré hacerlos estudiar”-. Como les ha pasado a miles de familias en Cochabamba, su núcleo de hogar tuvo que experimentar la separación por buscar mejores oportunidades, mejor futuro. Ella y sus hermanos menores se quedaban bajo su propio cuidado y el apoyo de papá. El desgarrador momento de despedirse en el Aeropuerto y volver a casa a consolar cada momento, cada día, es algo que la marca y la vence cada vez que lo recuerda, solloza y mira con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas una imagen infinita, ese momento en que mamá ya no está; es quizás el dolor, la rabia, la angustia de enfrentarse a algo difícil. Respira otra vez y vuelve a su color, a darse ánimos…-es por nosotros, es por ellos-.

La migración ha sido y sigue siendo para muchos llajtamasis una decisión de honor, pero con un alto costo…el desarraigo. Y aunque muchos han vuelto cumpliendo el objetivo de traer más recursos para mejores días, los hogares se han destruido por periodos largos y el tiempo ya no se recupera, los hijos crecen con ausencias y pese a las fortalezas cargan un dolor difícil de llenar. En el exterior nuestras comunidades de residentes son grandes, llenas de empatía y de apoyo en comunidad para con nuestros compatriotas, cargan lejos de su tierra su cultura, sus costumbres, sus angustias y esperanzas, todo por mejores días. Todos en este valle bendito tenemos un familiar cercano que ha migrado y añora su patria. -En ese momento no entendí todo lo que eso significaba, pero esa promesa me marcó para siempre. Yo decidí estudiar Odontología en la Universidad Mayor de San Simón. Sabía que era una carrera cara y exigente, pero también sabía que debía hacerlo- recuerda.

La formación universitaria, las apariencias y el compromiso

-La universidad fue una de las etapas más difíciles de mi vida, no solo por el esfuerzo económico o el cansancio de estudiar y trabajar al mismo tiempo, sino por las actitudes desmotivadoras que enfrenté-. Y lo es para cualquiera que decide estudiar una carrera universitaria. Nuestra Alma Mater San Simón es un mundo de oportunidades, pero también de desafíos.

Jenny decide formarse en la Odontología y avanza en su carrera con la obligatoria necesidad de trabajar-estudiar, pues estaba a cargo de sus hermanos, de su casa, de sus alimentos y vestimenta, encima de ella misma. -Mientras estudiaba, trabajé en todo lo que podía: era pinta caritas en cumpleaños, me disfrazaba de muñeco animado, hacía manillas, vendía desayunos y galletas, fui degustadora de embutidos y limpiaba casas. Cada trabajo, por pequeño que pareciera, me ayudaba a seguir adelante. Fueron años muy duros, pero también los que más me fortalecieron. Y así, con esfuerzo, lágrimas, logré terminar la carrera-.

La carrera tenía sus desafíos y sus altos costos, pero nunca imaginaría que una situación concreta con una docente, le mostraría su valor personal y la dignidad que llevaba adentro. -Desde el primer año sentí discriminación, racismo, misoginia; y, sobre todo, la falta de empatía de algunas personas que parecían disfrutar al querer hacerme desistir. Recuerdo a una docente, muy claramente. Quizás le incomodaban mis manos marcadas con cicatrices —quemaduras de aceite por cocinar— y que ella quizá pensó que eran por cigarrillo. Mi rostro estaba quemado por el sol, reseco, paspado, porque pasaba horas en la calle ayudando a vender, trabajando de lo que hubiera-. Cuesta creer que en nuestra universidad haya existido y exista todavía la discriminación y acciones que, en lugar de potenciar las capacidades de cada estudiante, busquen hacerlos desistir, solo porque uno carga una condición social o económica.

-Esa docente me dijo que nunca sería doctora, que mejor me fuera a pelar papas a la cancha, que con lo que ganara me comprara ropa “decente” y me parara en la puerta de la universidad…que tal vez, si tenía suerte, algún estudiante quisiera hacerme su esposa. Son recuerdos que duelen, pero son necesarios de contar, pues durante mucho tiempo también hicimos oídos sordos o volcamos la mirada cada vez que estas situaciones se reflejaban en nuestra propia casa de estudios superiores. La experiencia de Jenny quizás es la experiencia de muchos corazones que deciden estudiar una carrera universitaria, pero que encuentran muros infranqueables. -Fue humillante. Me dolió profundamente. Pero al mismo tiempo, esas palabras se convirtieron en fuerza para seguir-.

La Odontología Forense encuentra en Jenny a su mejor representante local y nacional

 Supera, incluso, contra sus propias predicciones y confianzas la universidad, se gradúa de odontóloga y no le queda tiempo de planificar, ella sigue a cargo de su familia, su vida es la de muchas damitas cochabambinas que luchan a diario contra las condiciones, asumen responsabilidades, superan sus propias capacidades y aun así triunfan y siguen, la vida les ha empujado a asumir sin plantearse si vale la pena hacerlo. -Mi primer pensamiento fue trabajar para aliviar la carga de mi mamá. Empecé como ayudante, y con dedicación me convertí en odontóloga de planta. Al poco tiempo, le pedí al dueño del consultorio que me alquilara todo el espacio. Todo iba bien hasta que, al ver que tenía muchos pacientes, decidió echarme. Me sacó de un día para otro. Lloré, sí…pero ya sabía cómo volver a empezar.

-Abrí mi propio consultorio, y comprendí algo esencial: el secreto está en atender al paciente como te gustaría que te atiendan a ti. Desde entonces, no he dejado de prepararme. Hice diplomados, maestrías, una especialidad… sigo estudiando porque creo que un buen profesional nunca deja de aprender-. Así decide especializarse en una rama que se le hacía más atrayente, la odontología forense, que es una rama de la odontología que aplica conocimientos y técnicas dentales a asuntos legales y de justicia. Sus aplicaciones principales incluyen la identificación de personas, tanto vivas como fallecidas, a través de la comparación de registros dentales y características únicas de los dientes. También se utiliza para valorar lesiones en la cavidad oral, estimar la edad de un individuo y para la recolección y análisis de evidencia dental como huellas de mordedura o labiales.

Jenny alcanza un nivel espectable y rápidamente se convierte en una referencia de la especialidad en Cochabamba y el país, representa a Bolivia en eventos de talla internacional, lleva las experiencias y casos concretos para disertaciones científicas y de alto valor para la rama.

Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba
La solidaridad, una forma de servir e inspirar

-Pero lo que más llena mi corazón es poder ayudar. Cuando tuve mi consultorio, empecé a atender a niños que no podían pagar su tratamiento. Les daba la opción de trabajar algunas horas, aprender algo, y con eso cubrir una parte. Lo importante era que no abandonaran sus estudios. Varios de esos niños hoy terminaron el colegio, y algunos incluso están en la universidad-.

 -También, cada Navidad, organizo una fiesta para los niños, sin importar de dónde vengan. Coloco un letrero, y cualquier niño puede venir a recibir un regalo, disfrutar del payaso y compartir un momento feliz. Nadie se queda sin regalo. En el 2021 sufrí dos robos, me vaciaron el consultorio, se llevaron los juguetes… pero aun así hicimos la Navidad. Porque no podía fallarles a esos niños que cada año esperan ese día. Además, realizo atención odontológica gratuita en cárceles. Llevo mis propios materiales y atiendo a quienes lo necesitan. No juzgo a nadie. Cada persona tiene su historia, y muchas veces solo necesita un trato digno-.

En más de una oportunidad le pregunte, sin ningún tapujo, ¿porque haces esto?, la solidaridad no es precisamente una cualidad de la mayoría de los profesionales y no porque no quieran o no lo sientan, sino porque sus vidas tienes otras prioridades. Fue segura de si misma al decirme: -Hoy miro atrás…y me siento orgullosa. Pude alcanzar lo que parecía imposible. Pero no olvido, ni quiero olvidar, de dónde salí. Tengo algo que para mí es lo más valioso: conciencia de clase.

En una de tantas navidades. Foto: temascbba

-Sé lo que es estar del otro lado, donde no te miran a los ojos, donde algunos te juzgan por tus zapatos gastados, por tus manos quemadas, por tu forma de hablar, por no pertenecer “al lugar correcto”. Sé lo que es tener hambre, no solo de comida, sino de oportunidades. Todo lo que viví —lo bueno, lo difícil, las lágrimas, los tropiezos— me enseñó algo esencial: no hay que esperar a que las oportunidades existan, hay que crearlas. Y si algo he aprendido en el camino, es que el verdadero éxito no está en tener, sino en servir.

Muchas veces, por invitación suya, o por simple curiosidad, la vi no solo atender pacientes en los Centros Penitenciarios, sino de buscar mejorar sus precarias condiciones con muchas iniciativas, actividades y hasta buscando, por todos los medios, inspirar a más corazones para ayudar a las internas, sobre todo mujeres, quienes viven un tortuoso desafío de vida siendo internas, muchas veces sin sentencia clara, acinadas hasta el extremo, muchas cargando a sus hijos al encierro, quienes ven en su visita semanal un alivio a su dolor, quizás dental, pero sobre todo al dolor del alma…cada una, cada uno tiene una historia dura que contar en estos recintos. Cuando le pregunte que fue lo más difícil, lo mas duro que vio y sintió al ser solidaria en esos recintos, se vuelve a quebrar: -Que te invisibilicen, que dejes de existir hasta para tus familiares. Si estar ahí dentro ya te pone en una condición ante la sociedad, el desprecio y olvido de los tuyos es lapidario-.

La felicidad es algo que se busca

Para Jenny Céspedes aliviar el dolor, aliviar la situación difícil y generar sonrisas de gratitud, es un alimento diario que la motiva. No lo busca como una necesidad de brillar o destacar, lo hace porque siente la responsabilidad de devolver mucho de lo que le sucedió en su vida, piensa más en que su comunidad, su gente, no pasen los momentos duros que le tocó vivir; en suma, se solidariza y sirve sin esperar recursos…quiere ver sonrisas que digan que están felices.

La felicidad es una condición que refleja lo mejor de una persona, esa felicidad que a muchos se les arrebata, que a muchos se les invisibiliza; pero es algo que se busca con determinación, cada vez que las lágrimas que salen del corazón se convierten en sonrisas del alma.

Y mientras eso se desarrolla, usted podrá ir por Loreto, por la Av. Panamericana y encontrará un consultorio dental sencillo, pero con todas las condiciones y estándares, donde una sonrisa y una voz amable le dirá que pase y que será atendido como se merece…el servicio sigue siendo una máxima en su vida. Bien por ella, por nosotros, por su Zona Sur y por Cochabamba.

Ahí, en una de sus calles de comunidad, en un espacio humilde y familiar nació Jenny Céspedes Quiroga, una inquieta y menuda damita que aprendió desde temprana edad a sopesar la vida y a construir destino sorteando las carencias. -Crecí en una familia trabajadora. Con mi mamá, mi abuelita y mis hermanitos vendíamos comida y refrescos en una parada de trufi, a dos cuadras de donde vivíamos. Mi papá era albañil. No teníamos mucho, apenas lo justo para la comida del día- recuerda con nostalgia. Y fue en una de las tradicionales paradas de trufis que Jenny aprendió el valor de servir, y aunque era trabajo o ayuda a su familia, era la cercanía con nuestra gente lo que la motivaba a aprender más; su vida, como la de muchos hijos de esta tierra, tuvo que combinar la escuela con la necesidad de trabajar a temprana edad, no había remedio. -La comida es negocio en cualquier lugar, por eso servir a los choferes en su parada fue mi primer recuerdo de servicio. Desde muy pequeña entendí que la vida no siempre es fácil, pero también que con esfuerzo se puede salir adelante-.

La formación universitaria, las apariencias y el compromiso
Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba

La Migración, ese momento duro pero necesario

 -A mis 16 años, cuando ya estaba por terminar el colegio, mi mamá tomó una decisión muy dura: migrar a otro país. Recuerdo que nos dijo: “si me voy, podré hacerlos estudiar”-. Como les ha pasado a miles de familias en Cochabamba, su núcleo de hogar tuvo que experimentar la separación por buscar mejores oportunidades, mejor futuro. Ella y sus hermanos menores se quedaban bajo su propio cuidado y el apoyo de papá. El desgarrador momento de despedirse en el Aeropuerto y volver a casa a consolar cada momento, cada día, es algo que la marca y la vence cada vez que lo recuerda, solloza y mira con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas una imagen infinita, ese momento en que mamá ya no está; es quizás el dolor, la rabia, la angustia de enfrentarse a algo difícil. Respira otra vez y vuelve a su color, a darse ánimos…-es por nosotros, es por ellos-.

La migración ha sido y sigue siendo para muchos llajtamasis una decisión de honor, pero con un alto costo…el desarraigo. Y aunque muchos han vuelto cumpliendo el objetivo de traer más recursos para mejores días, los hogares se han destruido por periodos largos y el tiempo ya no se recupera, los hijos crecen con ausencias y pese a las fortalezas cargan un dolor difícil de llenar. En el exterior nuestras comunidades de residentes son grandes, llenas de empatía y de apoyo en comunidad para con nuestros compatriotas, cargan lejos de su tierra su cultura, sus costumbres, sus angustias y esperanzas, todo por mejores días. Todos en este valle bendito tenemos un familiar cercano que ha migrado y añora su patria. -En ese momento no entendí todo lo que eso significaba, pero esa promesa me marcó para siempre. Yo decidí estudiar Odontología en la Universidad Mayor de San Simón. Sabía que era una carrera cara y exigente, pero también sabía que debía hacerlo- recuerda.

-La universidad fue una de las etapas más difíciles de mi vida, no solo por el esfuerzo económico o el cansancio de estudiar y trabajar al mismo tiempo, sino por las actitudes desmotivadoras que enfrenté-. Y lo es para cualquiera que decide estudiar una carrera universitaria. Nuestra Alma Mater San Simón es un mundo de oportunidades, pero también de desafíos.

Jenny decide formarse en la Odontología y avanza en su carrera con la obligatoria necesidad de trabajar-estudiar, pues estaba a cargo de sus hermanos, de su casa, de sus alimentos y vestimenta, encima de ella misma. -Mientras estudiaba, trabajé en todo lo que podía: era pinta caritas en cumpleaños, me disfrazaba de muñeco animado, hacía manillas, vendía desayunos y galletas, fui degustadora de embutidos y limpiaba casas. Cada trabajo, por pequeño que pareciera, me ayudaba a seguir adelante. Fueron años muy duros, pero también los que más me fortalecieron. Y así, con esfuerzo, lágrimas, logré terminar la carrera-.

La carrera tenía sus desafíos y sus altos costos, pero nunca imaginaría que una situación concreta con una docente, le mostraría su valor personal y la dignidad que llevaba adentro. -Desde el primer año sentí discriminación, racismo, misoginia; y, sobre todo, la falta de empatía de algunas personas que parecían disfrutar al querer hacerme desistir. Recuerdo a una docente, muy claramente. Quizás le incomodaban mis manos marcadas con cicatrices —quemaduras de aceite por cocinar— y que ella quizá pensó que eran por cigarrillo. Mi rostro estaba quemado por el sol, reseco, paspado, porque pasaba horas en la calle ayudando a vender, trabajando de lo que hubiera-. Cuesta creer que en nuestra universidad haya existido y exista todavía la discriminación y acciones que, en lugar de potenciar las capacidades de cada estudiante, busquen hacerlos desistir, solo porque uno carga una condición social o económica.

-Esa docente me dijo que nunca sería doctora, que mejor me fuera a pelar papas a la cancha, que con lo que ganara me comprara ropa “decente” y me parara en la puerta de la universidad…que tal vez, si tenía suerte, algún estudiante quisiera hacerme su esposa. Son recuerdos que duelen, pero son necesarios de contar, pues durante mucho tiempo también hicimos oídos sordos o volcamos la mirada cada vez que estas situaciones se reflejaban en nuestra propia casa de estudios superiores. La experiencia de Jenny quizás es la experiencia de muchos corazones que deciden estudiar una carrera universitaria, pero que encuentran muros infranqueables. -Fue humillante. Me dolió profundamente. Pero al mismo tiempo, esas palabras se convirtieron en fuerza para seguir-.

La solidaridad, una forma de servir e inspirar
En una de tantas navidades. Foto: temascbba

La Odontología Forense encuentra en Jenny a su mejor representante local y nacional

 Supera, incluso, contra sus propias predicciones y confianzas la universidad, se gradúa de odontóloga y no le queda tiempo de planificar, ella sigue a cargo de su familia, su vida es la de muchas damitas cochabambinas que luchan a diario contra las condiciones, asumen responsabilidades, superan sus propias capacidades y aun así triunfan y siguen, la vida les ha empujado a asumir sin plantearse si vale la pena hacerlo. -Mi primer pensamiento fue trabajar para aliviar la carga de mi mamá. Empecé como ayudante, y con dedicación me convertí en odontóloga de planta. Al poco tiempo, le pedí al dueño del consultorio que me alquilara todo el espacio. Todo iba bien hasta que, al ver que tenía muchos pacientes, decidió echarme. Me sacó de un día para otro. Lloré, sí…pero ya sabía cómo volver a empezar.

-Abrí mi propio consultorio, y comprendí algo esencial: el secreto está en atender al paciente como te gustaría que te atiendan a ti. Desde entonces, no he dejado de prepararme. Hice diplomados, maestrías, una especialidad… sigo estudiando porque creo que un buen profesional nunca deja de aprender-. Así decide especializarse en una rama que se le hacía más atrayente, la odontología forense, que es una rama de la odontología que aplica conocimientos y técnicas dentales a asuntos legales y de justicia. Sus aplicaciones principales incluyen la identificación de personas, tanto vivas como fallecidas, a través de la comparación de registros dentales y características únicas de los dientes. También se utiliza para valorar lesiones en la cavidad oral, estimar la edad de un individuo y para la recolección y análisis de evidencia dental como huellas de mordedura o labiales.

Jenny alcanza un nivel espectable y rápidamente se convierte en una referencia de la especialidad en Cochabamba y el país, representa a Bolivia en eventos de talla internacional, lleva las experiencias y casos concretos para disertaciones científicas y de alto valor para la rama.

Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba
La formación universitaria, las apariencias y el compromiso

Ahí, en una de sus calles de comunidad, en un espacio humilde y familiar nació Jenny Céspedes Quiroga, una inquieta y menuda damita que aprendió desde temprana edad a sopesar la vida y a construir destino sorteando las carencias. -Crecí en una familia trabajadora. Con mi mamá, mi abuelita y mis hermanitos vendíamos comida y refrescos en una parada de trufi, a dos cuadras de donde vivíamos. Mi papá era albañil. No teníamos mucho, apenas lo justo para la comida del día- recuerda con nostalgia. Y fue en una de las tradicionales paradas de trufis que Jenny aprendió el valor de servir, y aunque era trabajo o ayuda a su familia, era la cercanía con nuestra gente lo que la motivaba a aprender más; su vida, como la de muchos hijos de esta tierra, tuvo que combinar la escuela con la necesidad de trabajar a temprana edad, no había remedio. -La comida es negocio en cualquier lugar, por eso servir a los choferes en su parada fue mi primer recuerdo de servicio. Desde muy pequeña entendí que la vida no siempre es fácil, pero también que con esfuerzo se puede salir adelante-.

La solidaridad, una forma de servir e inspirar
En una de tantas navidades. Foto: temascbba

La Migración, ese momento duro pero necesario

 -A mis 16 años, cuando ya estaba por terminar el colegio, mi mamá tomó una decisión muy dura: migrar a otro país. Recuerdo que nos dijo: “si me voy, podré hacerlos estudiar”-. Como les ha pasado a miles de familias en Cochabamba, su núcleo de hogar tuvo que experimentar la separación por buscar mejores oportunidades, mejor futuro. Ella y sus hermanos menores se quedaban bajo su propio cuidado y el apoyo de papá. El desgarrador momento de despedirse en el Aeropuerto y volver a casa a consolar cada momento, cada día, es algo que la marca y la vence cada vez que lo recuerda, solloza y mira con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas una imagen infinita, ese momento en que mamá ya no está; es quizás el dolor, la rabia, la angustia de enfrentarse a algo difícil. Respira otra vez y vuelve a su color, a darse ánimos…-es por nosotros, es por ellos-.

La migración ha sido y sigue siendo para muchos llajtamasis una decisión de honor, pero con un alto costo…el desarraigo. Y aunque muchos han vuelto cumpliendo el objetivo de traer más recursos para mejores días, los hogares se han destruido por periodos largos y el tiempo ya no se recupera, los hijos crecen con ausencias y pese a las fortalezas cargan un dolor difícil de llenar. En el exterior nuestras comunidades de residentes son grandes, llenas de empatía y de apoyo en comunidad para con nuestros compatriotas, cargan lejos de su tierra su cultura, sus costumbres, sus angustias y esperanzas, todo por mejores días. Todos en este valle bendito tenemos un familiar cercano que ha migrado y añora su patria. -En ese momento no entendí todo lo que eso significaba, pero esa promesa me marcó para siempre. Yo decidí estudiar Odontología en la Universidad Mayor de San Simón. Sabía que era una carrera cara y exigente, pero también sabía que debía hacerlo- recuerda.

Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba
En una de tantas navidades. Foto: temascbba
La formación universitaria, las apariencias y el compromiso
Desarrollando su profesión en el Recinto Penitenciario San Sebastian varones. Foto: temascbba

Ahí, en una de sus calles de comunidad, en un espacio humilde y familiar nació Jenny Céspedes Quiroga, una inquieta y menuda damita que aprendió desde temprana edad a sopesar la vida y a construir destino sorteando las carencias. -Crecí en una familia trabajadora. Con mi mamá, mi abuelita y mis hermanitos vendíamos comida y refrescos en una parada de trufi, a dos cuadras de donde vivíamos. Mi papá era albañil. No teníamos mucho, apenas lo justo para la comida del día- recuerda con nostalgia. Y fue en una de las tradicionales paradas de trufis que Jenny aprendió el valor de servir, y aunque era trabajo o ayuda a su familia, era la cercanía con nuestra gente lo que la motivaba a aprender más; su vida, como la de muchos hijos de esta tierra, tuvo que combinar la escuela con la necesidad de trabajar a temprana edad, no había remedio. -La comida es negocio en cualquier lugar, por eso servir a los choferes en su parada fue mi primer recuerdo de servicio. Desde muy pequeña entendí que la vida no siempre es fácil, pero también que con esfuerzo se puede salir adelante-.

La Migración, ese momento duro pero necesario

 -A mis 16 años, cuando ya estaba por terminar el colegio, mi mamá tomó una decisión muy dura: migrar a otro país. Recuerdo que nos dijo: “si me voy, podré hacerlos estudiar”-. Como les ha pasado a miles de familias en Cochabamba, su núcleo de hogar tuvo que experimentar la separación por buscar mejores oportunidades, mejor futuro. Ella y sus hermanos menores se quedaban bajo su propio cuidado y el apoyo de papá. El desgarrador momento de despedirse en el Aeropuerto y volver a casa a consolar cada momento, cada día, es algo que la marca y la vence cada vez que lo recuerda, solloza y mira con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas una imagen infinita, ese momento en que mamá ya no está; es quizás el dolor, la rabia, la angustia de enfrentarse a algo difícil. Respira otra vez y vuelve a su color, a darse ánimos…-es por nosotros, es por ellos-.

. Redacción:
Marcos Figueroa Candia

Director General de TEMAScbba y creador del concepto de la Revista. Miembro de la Sociedad de Editores y Redactores SER Cochabamba

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