Nacido en Morochata hace 75 años, es artista plástico dedicado a la acuarela, el óleo, tiene especial preferencia por el paisajismo que se inspira en la naturaleza.
Tiene muchas pinturas del paisaje en Sarco donde su mamá tenía una casa de las más antiguas a la orilla de la torrentera, con abundantes aguas que bajaban de la cordillera en tiempos de lluvia y cuando aún no existían las calles asfaltadas ni los departamentos.
Asegura haber pintado una infinidad de cuadros del Templo de la Merced, ubicada en la avenida Juan de Rosa y desde diferentes perspectivas.
Morochata —señala—se encuentra enclavada en una de las laderas del área andina, la Cordillera del Tunari. “Aquellos parajes tan hermosos con sonidos del río que serenan tu espíritu y te hacen tan feliz, destaca la calidad de la papa que se produce”. Se declara “comedor de papa”, principalmente de la papa wayk’u con un exquisito queso.
Dejó Morochata a tierna edad, pero a los 10 años, se le ocurrió ir a su pueblo a pie y sin conocer el camino llegó después de tres días y medio, pero se dio el gusto de volver a su tierra querida.
Recuerda a su mamá habla quechua y de ella aprendió el idioma y logró perfeccionar estando ya en la ciudad.
Recuerda que su formación escolar no fue nada fácil, sobre todo, por falta de recursos económicos y tuvo que ir a las escuelas nocturnas, lo mismo que en el ciclo secundario, pero que con esfuerzo y voluntad empezó a estudiar y crecer en el conocimiento.
Zurita remarca que la voluntad es un valor importante para aprender, “sin voluntad nada es posible, con la voluntad todo es posible, con la voluntad seguro que se puede llegar al éxito en todos los campos del saber”, reflexiona.
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