─Este gobierno aunque se pinte de revolucionario no garantiza ninguna conquista de la clase obrera─ nos dijo Guillermo Lora, una noche de octubre, en 1968, mientras íbamos caminando juntos, un tramo hacia la casa de sus familiares, en Llallagua. Lo escuchamos en silencio, sin preguntar nada cuando nos habló del reciente proceso político del país.
El jefe del POR, realizaba una corta visita a Siglo XX para evaluar con dirigentes mineros trotskistas el sorpresivo giro político de las FF.AA. hacia posiciones de centro izquierda tras el golpe de estado encabezado por su comandante en jefe, Gral. Alfredo Ovando Candia, contra el presidente constitucional, Luis Adolfo Siles Salinas, el 26 de septiembre de 1968.
─Ustedes─ apremió Lora, mirándonos de un costado ─tienen responsabilidad de profundizar la conducta revolucionaria de los combativos mineros.
El Gral. Ovando justificó el cambio de gobierno proclamando un nuevo imperativo político, social y económico para el país conocido como “Mandato Revolucionario de las FF. AA.”. Sorprendió cuando presentó su gabinete civil-militar con renombrados periodistas e intelectuales reconocidos por su lucha en defensa de los recursos naturales y la soberanía nacional, destacando la figura de Marcelo Quiroga Santa Cruz.
─La verdadera revolución ─ reiteró, Lora, con énfasis ─debe estar encabezada por los obreros hasta implantar la dictadura del proletariado y el socialismo.
Junto con Ramón Troncoso, fuimos encargados de presentarle el saludo de los jóvenes estudiantes y obreros de la Escuela de Cuadros del Partido Obrero Revolucionario, en la precaria terminal de buses de Llallagua. Guillermo Lora, llegaba de La Paz.
Vestía chamarra de cuero café, pantalón gris y zapatos marrón caña alta, cuando bajó de una diminuta vagoneta Chevrolet de transporte ligero, conocido popularmente como “El rapidito”.
Su férrea convicción sobre la combatividad de los mineros bolivianos no tenía límites y de nuevo nos recordó ─los mineros constituyen la clase revolucionaria por excelencia y son la vanguardia del proletariado─ reflexionó incisivo y lúcido al momento de despedirse.
─¡¡Y no se olviden!! …los mineros…¡¡siempre!!
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