Un partido político en términos democráticos generales es una organización que pretende representar intereses ciudadanos y orientar la acción del Estado, a través de lograr el acceso al poder. En nuestro país, tradicionalmente tiene la función principal de canalizar demandas sociales y competir electoralmente para influir en la toma de decisiones públicas; también articula ideologías, promueve la participación democrática y estructura la representación política en contextos muchas veces marcados por desigualdades y fragmentación institucional.


En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas
El PARTIDO COMO UNA INTELIGENCIA COLECTIVA
I. LA PROBLEMATICA FALTA DE INSTITUCIONALIDAD DE LOS PARTIDOS
En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas. Pese a que en teoría un partido político es una organización con estatutos, ideología, órganos deliberativos y mecanismos de participación interna, en la práctica, muchas veces funciona más como una estructura personalista, donde el líder —el “cacique”— concentra el poder, define la línea política y toma decisiones clave sin una consulta, menos una deliberación colectiva real; esto ocurre por varios factores, como:
- Débil institucionalidad partidaria, porque en los Estatutos de los partidos no existen mecanismos sólidos de democracia interna, lo que facilita el control vertical del líder, y la discrecionalidad de las “decisiones del partido”.
- Carisma sobre el programa, dado que la adhesión de las bases de la militancia suele basarse más en el carisma, en la figura del líder, que con la coherencia a la plataforma ideológica partidaria.
- Fragmentación social y desconfianza institucional, en contextos donde el Estado ha sido históricamente débil o excluyente, los liderazgos fuertes, se perciben como garantes de orden o representación.
- Herencia histórica, desde el siglo XIX, Bolivia ha tenido una tradición de caudillismo político, donde el poder se concentraba en figuras militares o carismáticas populistas, más que en partidos programáticos.
A la “desaparición”, declive, de partidos tradicionales en Bolivia, hay que sumar lo anteriormente dicho, y que no significa que no existan esfuerzos por construir partidos más democráticos y programáticos, pero sí que el modelo organizativo formal muchas veces sigue siendo como en el pasado, eclipsado por dinámicas personalistas. En este sentido, el partido solo cobra protagonismo en EPOCA ELECTORAL, donde se convierte en un REQUISITO FORMAL a cumplir por lo cual “pertenece a alguien”, se lo “alquila, se lo “presta”, se lo “compra”, y/o se convierte en una plataforma electoral del “líder” más que en una institución partidaria deliberativa; y en la actual situación de crisis económica, social y cultural del país, podemos ver ejemplos concretos en las 10 candidaturas presidenciales para las elecciones de agosto 2025; la mayoría son "prestados”, “alquilados”, o como quiera llamársele; algunos otros de reciente creación han sido creados exclusivamente para ser “alquilados o prestados”, un negocio más, los menos pertenecen a algunos empresarios persistentes.
Ojo, que no estamos en contra de los empresarios que están en la política, que con su capacidad y con todo el derecho que tienen como bolivianos/as y que están consagrados en la constitución y las leyes; sino que la crítica viene porque se están gestionando a partir de prebendas internas, manipulando y generando una obediencia “funcionaria” en sus militantes y en sus instituciones partidarias, tal cual podemos verificar en las noticias preelectorales.
II. EL CAUDILLISMO Y LA CALIDAD DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
La dinámica caudillista afecta profundamente tanto la representación política como la formulación de políticas públicas en contextos como el boliviano, puesto que tienden a reemplazar la deliberación colectiva por decisiones unipersonales, lo que empobrece la calidad democrática y reduce la capacidad del Estado para responder de forma inclusiva y sostenible a las demandas sociales; puesto que:
- La representación política se distorsiona, porque la figura del líder eclipsa a los órganos deliberativos; se genera desconexión con las bases porque no hay procesos participativos; la legitimidad plebiscitaria es mínima porque el respaldo se mide por la popularidad del caudillo, no por la calidad del programa o la deliberación democrática.
- La formulación de políticas públicas es limitada, dada la volatilidad programática cuando las políticas tienden a responder a intereses coyunturales del líder, no a planes de largo plazo construidos colectivamente; una débil institucionalización, porque las instancias técnicas y normativas quedan subordinadas a decisiones políticas centralizadas, lo que afecta la continuidad y evaluación de políticas públicas.
- Ausencia de transparencia y eficiencia estatal, debido a la concentración de poder que dificulta los mecanismos de control y fiscalización.
III. EL ROL CRUCIAL DEL ÓRGANO ELECTORAL PLURINACIONAL (OEP)
En un contexto marcado por el caudillismo y la débil institucionalización partidaria, el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) tiene un rol crucial como garante de la democracia intercultural y del equilibrio institucional en Bolivia. Su papel va mucho más allá de organizar elecciones: debe ser un contrapeso activo frente a la concentración de poder, y ser capaz de:
- Fortalecer la institucionalidad democrática
- Garantizar la transparencia y equidad electoral
- Promover la democracia interna en los partidos
- Educar políticamente a la ciudadanía
- Defender la independencia institucional
El OEP debería ser un árbitro imparcial y un promotor activo de la calidad democrática, especialmente en contextos donde el caudillismo tiende a distorsionar la democracia en su conjunto y en particular erosiona la representación plural y la deliberación pública.
IV. EL PARTIDO: UNA INTELIGENCIA COLECTIVA
En la actualidad, un partido político debería poder entenderse como una forma de Inteligencia Colectiva, con ciertos matices importantes, ya que en esencia:
- Agrupa saberes y experiencias, al reunir a personas con distintas trayectorias, visiones y conocimientos para construir propuestas comunes.
- Delibera y decide colectivamente, en su forma ideal, debería canalizar debates internos para generar decisiones más informadas y representativas de la institución partidaria.
- Actúa como sistema adaptativo, al ajustarse a contextos cambiantes, y aprendiendo de experiencias gubernamentales y elecciones anteriores, debería ser capaz de reconfigurar sus visiones, políticas y estrategias, como lo hace una red inteligente.
I. LA PROBLEMATICA FALTA DE INSTITUCIONALIDAD DE LOS PARTIDOS
En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas. Pese a que en teoría un partido político es una organización con estatutos, ideología, órganos deliberativos y mecanismos de participación interna, en la práctica, muchas veces funciona más como una estructura personalista, donde el líder —el “cacique”— concentra el poder, define la línea política y toma decisiones clave sin una consulta, menos una deliberación colectiva real; esto ocurre por varios factores, como:
- Débil institucionalidad partidaria, porque en los Estatutos de los partidos no existen mecanismos sólidos de democracia interna, lo que facilita el control vertical del líder, y la discrecionalidad de las “decisiones del partido”.
- Carisma sobre el programa, dado que la adhesión de las bases de la militancia suele basarse más en el carisma, en la figura del líder, que con la coherencia a la plataforma ideológica partidaria.
- Fragmentación social y desconfianza institucional, en contextos donde el Estado ha sido históricamente débil o excluyente, los liderazgos fuertes, se perciben como garantes de orden o representación.
- Herencia histórica, desde el siglo XIX, Bolivia ha tenido una tradición de caudillismo político, donde el poder se concentraba en figuras militares o carismáticas populistas, más que en partidos programáticos.
A la “desaparición”, declive, de partidos tradicionales en Bolivia, hay que sumar lo anteriormente dicho, y que no significa que no existan esfuerzos por construir partidos más democráticos y programáticos, pero sí que el modelo organizativo formal muchas veces sigue siendo como en el pasado, eclipsado por dinámicas personalistas. En este sentido, el partido solo cobra protagonismo en EPOCA ELECTORAL, donde se convierte en un REQUISITO FORMAL a cumplir por lo cual “pertenece a alguien”, se lo “alquila, se lo “presta”, se lo “compra”, y/o se convierte en una plataforma electoral del “líder” más que en una institución partidaria deliberativa; y en la actual situación de crisis económica, social y cultural del país, podemos ver ejemplos concretos en las 10 candidaturas presidenciales para las elecciones de agosto 2025; la mayoría son "prestados”, “alquilados”, o como quiera llamársele; algunos otros de reciente creación han sido creados exclusivamente para ser “alquilados o prestados”, un negocio más, los menos pertenecen a algunos empresarios persistentes.
Ojo, que no estamos en contra de los empresarios que están en la política, que con su capacidad y con todo el derecho que tienen como bolivianos/as y que están consagrados en la constitución y las leyes; sino que la crítica viene porque se están gestionando a partir de prebendas internas, manipulando y generando una obediencia “funcionaria” en sus militantes y en sus instituciones partidarias, tal cual podemos verificar en las noticias preelectorales.
II. EL CAUDILLISMO Y LA CALIDAD DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
La dinámica caudillista afecta profundamente tanto la representación política como la formulación de políticas públicas en contextos como el boliviano, puesto que tienden a reemplazar la deliberación colectiva por decisiones unipersonales, lo que empobrece la calidad democrática y reduce la capacidad del Estado para responder de forma inclusiva y sostenible a las demandas sociales; puesto que:
- La representación política se distorsiona, porque la figura del líder eclipsa a los órganos deliberativos; se genera desconexión con las bases porque no hay procesos participativos; la legitimidad plebiscitaria es mínima porque el respaldo se mide por la popularidad del caudillo, no por la calidad del programa o la deliberación democrática.
- La formulación de políticas públicas es limitada, dada la volatilidad programática cuando las políticas tienden a responder a intereses coyunturales del líder, no a planes de largo plazo construidos colectivamente; una débil institucionalización, porque las instancias técnicas y normativas quedan subordinadas a decisiones políticas centralizadas, lo que afecta la continuidad y evaluación de políticas públicas.
- Ausencia de transparencia y eficiencia estatal, debido a la concentración de poder que dificulta los mecanismos de control y fiscalización.
III. EL ROL CRUCIAL DEL ÓRGANO ELECTORAL PLURINACIONAL (OEP)
En un contexto marcado por el caudillismo y la débil institucionalización partidaria, el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) tiene un rol crucial como garante de la democracia intercultural y del equilibrio institucional en Bolivia. Su papel va mucho más allá de organizar elecciones: debe ser un contrapeso activo frente a la concentración de poder, y ser capaz de:
- Fortalecer la institucionalidad democrática
- Garantizar la transparencia y equidad electoral
- Promover la democracia interna en los partidos
- Educar políticamente a la ciudadanía
- Defender la independencia institucional
El OEP debería ser un árbitro imparcial y un promotor activo de la calidad democrática, especialmente en contextos donde el caudillismo tiende a distorsionar la democracia en su conjunto y en particular erosiona la representación plural y la deliberación pública.
IV. EL PARTIDO: UNA INTELIGENCIA COLECTIVA
En la actualidad, un partido político debería poder entenderse como una forma de Inteligencia Colectiva, con ciertos matices importantes, ya que en esencia:
- Agrupa saberes y experiencias, al reunir a personas con distintas trayectorias, visiones y conocimientos para construir propuestas comunes.
- Delibera y decide colectivamente, en su forma ideal, debería canalizar debates internos para generar decisiones más informadas y representativas de la institución partidaria.
- Actúa como sistema adaptativo, al ajustarse a contextos cambiantes, y aprendiendo de experiencias gubernamentales y elecciones anteriores, debería ser capaz de reconfigurar sus visiones, políticas y estrategias, como lo hace una red inteligente.
IV.1. La ruptura del concepto de lo colectivo en el partido
En la experiencia boliviana, donde predomina el caudillismo como ya señalamos, el partido deja de ser una red horizontal de personas y saberes, y pasa a convertirse en una estructura vertical centrada en el “líder”, y su visión/voluntad personal.
Un partido, entendido como una Inteligencia Colectiva, requiere de: autonomía, diversidad y deliberación, a diferencia de los actuales “Partidos” que funcionan como extensiones de una voluntad individual, la del “cacique”.
IV.2. Un Nuevo Modelo Organizativo de Partido
Un modelo organizativo de partido político que rompe con la lógica del partido como maquinaria electoral o vehículo personalista, y lo convierte en un ecosistema vivo de saberes, decisiones y acción colectiva, basado en experiencias existentes, será un Partido político que funcione como una red de inteligencia colectiva, con ciertas características:
- Estructura en red descentralizada, con “núcleos territoriales autónomos”, donde cada comunidad, barrio o sindicato tiene su propio “nodo” deliberativo con capacidad de proponer, debatir y decidir; y tienen una “coordinación horizontal”, en lugar de jerarquías rígidas, se articula una red de nodos conectados por plataformas digitales y encuentros presenciales periódicos.
- Deliberación distribuida y vinculante.
- Liderazgo rotativo y colegiado.
- Tecnología cívica y transparencia radical. espacio abierto para redactar propuestas, debatir y votar en línea, con trazabilidad de decisiones; y, presupuesto participativo interno manejado colectivamente y publicado en tiempo real).
- Formación política continua.
- Evaluación y adaptación permanente, círculos de retroalimentación y laboratorios de innovación política.
Un partido político debe ser el núcleo, el corazón de una inteligencia colectiva que trascienda a todo un pueblo, pero se requiere promover la participación real y activa de sus militantes, la deliberación plural y la construcción colaborativa del poder de todos sus militantes y base de apoyo social; de lo contrario, se convierte nomas en una inteligencia centralizada, o peor, en una inteligencia artificial mal entrenada.
I. LA PROBLEMATICA FALTA DE INSTITUCIONALIDAD DE LOS PARTIDOS
En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas. Pese a que en teoría un partido político es una organización con estatutos, ideología, órganos deliberativos y mecanismos de participación interna, en la práctica, muchas veces funciona más como una estructura personalista, donde el líder —el “cacique”— concentra el poder, define la línea política y toma decisiones clave sin una consulta, menos una deliberación colectiva real; esto ocurre por varios factores, como:
- Débil institucionalidad partidaria, porque en los Estatutos de los partidos no existen mecanismos sólidos de democracia interna, lo que facilita el control vertical del líder, y la discrecionalidad de las “decisiones del partido”.
- Carisma sobre el programa, dado que la adhesión de las bases de la militancia suele basarse más en el carisma, en la figura del líder, que con la coherencia a la plataforma ideológica partidaria.
- Fragmentación social y desconfianza institucional, en contextos donde el Estado ha sido históricamente débil o excluyente, los liderazgos fuertes, se perciben como garantes de orden o representación.
- Herencia histórica, desde el siglo XIX, Bolivia ha tenido una tradición de caudillismo político, donde el poder se concentraba en figuras militares o carismáticas populistas, más que en partidos programáticos.
A la “desaparición”, declive, de partidos tradicionales en Bolivia, hay que sumar lo anteriormente dicho, y que no significa que no existan esfuerzos por construir partidos más democráticos y programáticos, pero sí que el modelo organizativo formal muchas veces sigue siendo como en el pasado, eclipsado por dinámicas personalistas. En este sentido, el partido solo cobra protagonismo en EPOCA ELECTORAL, donde se convierte en un REQUISITO FORMAL a cumplir por lo cual “pertenece a alguien”, se lo “alquila, se lo “presta”, se lo “compra”, y/o se convierte en una plataforma electoral del “líder” más que en una institución partidaria deliberativa; y en la actual situación de crisis económica, social y cultural del país, podemos ver ejemplos concretos en las 10 candidaturas presidenciales para las elecciones de agosto 2025; la mayoría son "prestados”, “alquilados”, o como quiera llamársele; algunos otros de reciente creación han sido creados exclusivamente para ser “alquilados o prestados”, un negocio más, los menos pertenecen a algunos empresarios persistentes.
Ojo, que no estamos en contra de los empresarios que están en la política, que con su capacidad y con todo el derecho que tienen como bolivianos/as y que están consagrados en la constitución y las leyes; sino que la crítica viene porque se están gestionando a partir de prebendas internas, manipulando y generando una obediencia “funcionaria” en sus militantes y en sus instituciones partidarias, tal cual podemos verificar en las noticias preelectorales.
II. EL CAUDILLISMO Y LA CALIDAD DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
La dinámica caudillista afecta profundamente tanto la representación política como la formulación de políticas públicas en contextos como el boliviano, puesto que tienden a reemplazar la deliberación colectiva por decisiones unipersonales, lo que empobrece la calidad democrática y reduce la capacidad del Estado para responder de forma inclusiva y sostenible a las demandas sociales; puesto que:
- La representación política se distorsiona, porque la figura del líder eclipsa a los órganos deliberativos; se genera desconexión con las bases porque no hay procesos participativos; la legitimidad plebiscitaria es mínima porque el respaldo se mide por la popularidad del caudillo, no por la calidad del programa o la deliberación democrática.
- La formulación de políticas públicas es limitada, dada la volatilidad programática cuando las políticas tienden a responder a intereses coyunturales del líder, no a planes de largo plazo construidos colectivamente; una débil institucionalización, porque las instancias técnicas y normativas quedan subordinadas a decisiones políticas centralizadas, lo que afecta la continuidad y evaluación de políticas públicas.
- Ausencia de transparencia y eficiencia estatal, debido a la concentración de poder que dificulta los mecanismos de control y fiscalización.
III. EL ROL CRUCIAL DEL ÓRGANO ELECTORAL PLURINACIONAL (OEP)
En un contexto marcado por el caudillismo y la débil institucionalización partidaria, el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) tiene un rol crucial como garante de la democracia intercultural y del equilibrio institucional en Bolivia. Su papel va mucho más allá de organizar elecciones: debe ser un contrapeso activo frente a la concentración de poder, y ser capaz de:
- Fortalecer la institucionalidad democrática
- Garantizar la transparencia y equidad electoral
- Promover la democracia interna en los partidos
- Educar políticamente a la ciudadanía
- Defender la independencia institucional
El OEP debería ser un árbitro imparcial y un promotor activo de la calidad democrática, especialmente en contextos donde el caudillismo tiende a distorsionar la democracia en su conjunto y en particular erosiona la representación plural y la deliberación pública.
IV. EL PARTIDO: UNA INTELIGENCIA COLECTIVA
En la actualidad, un partido político debería poder entenderse como una forma de Inteligencia Colectiva, con ciertos matices importantes, ya que en esencia:
- Agrupa saberes y experiencias, al reunir a personas con distintas trayectorias, visiones y conocimientos para construir propuestas comunes.
- Delibera y decide colectivamente, en su forma ideal, debería canalizar debates internos para generar decisiones más informadas y representativas de la institución partidaria.
- Actúa como sistema adaptativo, al ajustarse a contextos cambiantes, y aprendiendo de experiencias gubernamentales y elecciones anteriores, debería ser capaz de reconfigurar sus visiones, políticas y estrategias, como lo hace una red inteligente.
IV.1. La ruptura del concepto de lo colectivo en el partido
En la experiencia boliviana, donde predomina el caudillismo como ya señalamos, el partido deja de ser una red horizontal de personas y saberes, y pasa a convertirse en una estructura vertical centrada en el “líder”, y su visión/voluntad personal.
Un partido, entendido como una Inteligencia Colectiva, requiere de: autonomía, diversidad y deliberación, a diferencia de los actuales “Partidos” que funcionan como extensiones de una voluntad individual, la del “cacique”.
IV.2. Un Nuevo Modelo Organizativo de Partido
Un modelo organizativo de partido político que rompe con la lógica del partido como maquinaria electoral o vehículo personalista, y lo convierte en un ecosistema vivo de saberes, decisiones y acción colectiva, basado en experiencias existentes, será un Partido político que funcione como una red de inteligencia colectiva, con ciertas características:
- Estructura en red descentralizada, con “núcleos territoriales autónomos”, donde cada comunidad, barrio o sindicato tiene su propio “nodo” deliberativo con capacidad de proponer, debatir y decidir; y tienen una “coordinación horizontal”, en lugar de jerarquías rígidas, se articula una red de nodos conectados por plataformas digitales y encuentros presenciales periódicos.
- Deliberación distribuida y vinculante.
- Liderazgo rotativo y colegiado.
- Tecnología cívica y transparencia radical. espacio abierto para redactar propuestas, debatir y votar en línea, con trazabilidad de decisiones; y, presupuesto participativo interno manejado colectivamente y publicado en tiempo real).
- Formación política continua.
- Evaluación y adaptación permanente, círculos de retroalimentación y laboratorios de innovación política.
Un partido político debe ser el núcleo, el corazón de una inteligencia colectiva que trascienda a todo un pueblo, pero se requiere promover la participación real y activa de sus militantes, la deliberación plural y la construcción colaborativa del poder de todos sus militantes y base de apoyo social; de lo contrario, se convierte nomas en una inteligencia centralizada, o peor, en una inteligencia artificial mal entrenada.
I. LA PROBLEMATICA FALTA DE INSTITUCIONALIDAD DE LOS PARTIDOS
En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas. Pese a que en teoría un partido político es una organización con estatutos, ideología, órganos deliberativos y mecanismos de participación interna, en la práctica, muchas veces funciona más como una estructura personalista, donde el líder —el “cacique”— concentra el poder, define la línea política y toma decisiones clave sin una consulta, menos una deliberación colectiva real; esto ocurre por varios factores, como:
- Débil institucionalidad partidaria, porque en los Estatutos de los partidos no existen mecanismos sólidos de democracia interna, lo que facilita el control vertical del líder, y la discrecionalidad de las “decisiones del partido”.
- Carisma sobre el programa, dado que la adhesión de las bases de la militancia suele basarse más en el carisma, en la figura del líder, que con la coherencia a la plataforma ideológica partidaria.
- Fragmentación social y desconfianza institucional, en contextos donde el Estado ha sido históricamente débil o excluyente, los liderazgos fuertes, se perciben como garantes de orden o representación.
- Herencia histórica, desde el siglo XIX, Bolivia ha tenido una tradición de caudillismo político, donde el poder se concentraba en figuras militares o carismáticas populistas, más que en partidos programáticos.
A la “desaparición”, declive, de partidos tradicionales en Bolivia, hay que sumar lo anteriormente dicho, y que no significa que no existan esfuerzos por construir partidos más democráticos y programáticos, pero sí que el modelo organizativo formal muchas veces sigue siendo como en el pasado, eclipsado por dinámicas personalistas. En este sentido, el partido solo cobra protagonismo en EPOCA ELECTORAL, donde se convierte en un REQUISITO FORMAL a cumplir por lo cual “pertenece a alguien”, se lo “alquila, se lo “presta”, se lo “compra”, y/o se convierte en una plataforma electoral del “líder” más que en una institución partidaria deliberativa; y en la actual situación de crisis económica, social y cultural del país, podemos ver ejemplos concretos en las 10 candidaturas presidenciales para las elecciones de agosto 2025; la mayoría son "prestados”, “alquilados”, o como quiera llamársele; algunos otros de reciente creación han sido creados exclusivamente para ser “alquilados o prestados”, un negocio más, los menos pertenecen a algunos empresarios persistentes.
Ojo, que no estamos en contra de los empresarios que están en la política, que con su capacidad y con todo el derecho que tienen como bolivianos/as y que están consagrados en la constitución y las leyes; sino que la crítica viene porque se están gestionando a partir de prebendas internas, manipulando y generando una obediencia “funcionaria” en sus militantes y en sus instituciones partidarias, tal cual podemos verificar en las noticias preelectorales.
II. EL CAUDILLISMO Y LA CALIDAD DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
La dinámica caudillista afecta profundamente tanto la representación política como la formulación de políticas públicas en contextos como el boliviano, puesto que tienden a reemplazar la deliberación colectiva por decisiones unipersonales, lo que empobrece la calidad democrática y reduce la capacidad del Estado para responder de forma inclusiva y sostenible a las demandas sociales; puesto que:
- La representación política se distorsiona, porque la figura del líder eclipsa a los órganos deliberativos; se genera desconexión con las bases porque no hay procesos participativos; la legitimidad plebiscitaria es mínima porque el respaldo se mide por la popularidad del caudillo, no por la calidad del programa o la deliberación democrática.
- La formulación de políticas públicas es limitada, dada la volatilidad programática cuando las políticas tienden a responder a intereses coyunturales del líder, no a planes de largo plazo construidos colectivamente; una débil institucionalización, porque las instancias técnicas y normativas quedan subordinadas a decisiones políticas centralizadas, lo que afecta la continuidad y evaluación de políticas públicas.
- Ausencia de transparencia y eficiencia estatal, debido a la concentración de poder que dificulta los mecanismos de control y fiscalización.
I. LA PROBLEMATICA FALTA DE INSTITUCIONALIDAD DE LOS PARTIDOS
En Bolivia, y en general en muchas partes de la región, la falta de institucionalidad de los Partidos ha sido y es la causa principal de la problemática democrática actual, ya que existe una tensión entre la estructura formal de los partidos y la realidad de una persistencia de liderazgos caudillistas. Pese a que en teoría un partido político es una organización con estatutos, ideología, órganos deliberativos y mecanismos de participación interna, en la práctica, muchas veces funciona más como una estructura personalista, donde el líder —el “cacique”— concentra el poder, define la línea política y toma decisiones clave sin una consulta, menos una deliberación colectiva real; esto ocurre por varios factores, como:
- Débil institucionalidad partidaria, porque en los Estatutos de los partidos no existen mecanismos sólidos de democracia interna, lo que facilita el control vertical del líder, y la discrecionalidad de las “decisiones del partido”.
- Carisma sobre el programa, dado que la adhesión de las bases de la militancia suele basarse más en el carisma, en la figura del líder, que con la coherencia a la plataforma ideológica partidaria.
- Fragmentación social y desconfianza institucional, en contextos donde el Estado ha sido históricamente débil o excluyente, los liderazgos fuertes, se perciben como garantes de orden o representación.
- Herencia histórica, desde el siglo XIX, Bolivia ha tenido una tradición de caudillismo político, donde el poder se concentraba en figuras militares o carismáticas populistas, más que en partidos programáticos.
A la “desaparición”, declive, de partidos tradicionales en Bolivia, hay que sumar lo anteriormente dicho, y que no significa que no existan esfuerzos por construir partidos más democráticos y programáticos, pero sí que el modelo organizativo formal muchas veces sigue siendo como en el pasado, eclipsado por dinámicas personalistas. En este sentido, el partido solo cobra protagonismo en EPOCA ELECTORAL, donde se convierte en un REQUISITO FORMAL a cumplir por lo cual “pertenece a alguien”, se lo “alquila, se lo “presta”, se lo “compra”, y/o se convierte en una plataforma electoral del “líder” más que en una institución partidaria deliberativa; y en la actual situación de crisis económica, social y cultural del país, podemos ver ejemplos concretos en las 10 candidaturas presidenciales para las elecciones de agosto 2025; la mayoría son "prestados”, “alquilados”, o como quiera llamársele; algunos otros de reciente creación han sido creados exclusivamente para ser “alquilados o prestados”, un negocio más, los menos pertenecen a algunos empresarios persistentes.
Ojo, que no estamos en contra de los empresarios que están en la política, que con su capacidad y con todo el derecho que tienen como bolivianos/as y que están consagrados en la constitución y las leyes; sino que la crítica viene porque se están gestionando a partir de prebendas internas, manipulando y generando una obediencia “funcionaria” en sus militantes y en sus instituciones partidarias, tal cual podemos verificar en las noticias preelectorales.
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