Cuando iniciamos clases de Maestría, todos los beneficiarios se presentaron en su lengua originaria; de donde venían y qué hacían o a qué se dedicaban. Los participantes eran de Perú, Chile, México y de Bolivia. Hasta ese momento todo era genial y muy interesante.
Decidido a aprender a perfeccionar la escritura castellana para incursionar como investigador intercultural, me doy cuenta de que solo sabía hablar aymara, pero no escribía en aymara.
En el proceso de aprendizaje, fue un reto escribir autobiografía vivencial en lengua aymara. Además, en la Maestría empecé a revalorar y dar más importancia a las lenguas indígenas, al mismo tiempo intentar a escribir.
Encima, Tata Teófilo, nos decía: solo tienen que escribir en 700 palabritas en la lengua originaria. En el trabajo académico en su módulo, el originario estaba capturado por la academia y escribir en lengua aymara, como si fuera muy fácil de aprender la escritura en una semana o meses.
Al final me costó escribir en aymara, porque en la escuela, colegio y universidad no me enseñaron la lengua aymara.
En el módulo Taller de Investigación realizamos una práctica de investigación descolonizadora, en el municipio de Tarabuco-Chuquisaca; comunidad Pisili.
En esta comunidad aprendí a hablar el quechua —atispa mana atispa—poder o no poder, porque las familias eran quechua hablantes y todos nos hablaban en quechua; mañana, tarde y noche durante tres meses. Además, tenía un amigo quechua del trópico de Cochabamba que siempre me hablaba en quechua y me decía multilingüe; un compañero de estudio de la Maestría.
Ahora en el Estado Plurinacional, el reconocimiento de las 36 Naciones Pueblos Indígena Originario Campesino y a partir de la descolonización sociolingüística, se creó del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Aymara (ILCNA), el 5 de julio de 2013, bajo las líneas de acción: investigación sociolingüística, investigación cultural, normalización lingüística y enseñanza de la lengua aymara.
Por tanto, es muy importante y fundamental a través del ILCNA; fortalecer y revitalizar la lengua aymara en el marco de derechos y políticas lingüísticas del “DECENIO INTERNACIONAL DE LENGUAS INDÍGENAS.
Ahora volví a entender y comprender la lógica de vivencia de la comunidad Yarvicoya-Rodeo. Al retornar de la ciudad de Cochabamba a la comunidad, al ver a los niños pasteando llamitas y ovejitas solo me recuerda a mi niñez, pero cuando llego a la casa de Sicuyani; sigo tomando agüita de Umaphuku y prendiendo mechero en las noches.
NOTA DEL EDITOR. – Eduardo López, nombró lugares en Cochabamba, con nombres aymara: Quillacollo proviene de origen aymara qhilla (ceniza) qullu (cerro)
Cala Cala proviene de qala (piedra) qala (piedra)
Muyurina proviene dos lenguas aymara y quechua: muyu es girar y en quechua rina demos vueltas
Cochabamba proviene de qhuchi (bofedal) pampa (planicie)
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