El 17 de octubre de 1917, triunfó en Rusia, la primera revolución proletaria del mundo conducido por Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Nicolás Lenin, jefe del partido socialista bolchevique. Lenin educó a los obreros y campesinos sobre la importancia de contar con sus propios medios de comunicación, donde la información, debía estar primordialmente al servicio de las masas populares y afirmaba: “Contra toda hipócrita pretensión o declaración de “libertad”, contra toda ilusión de objetividad y de neutralidad; el funcionamiento de la información será siempre manipulado por la clase dominante”. (“La información de clase”, Vladimir Ilich Lenin, editorial Siglo XXI 1978, pág. 8)
¿Quién pensaría? El funcionamiento de la información cobró dimensión real más de un siglo después con la irrupción global de Internet, red de redes de información bajo control del capital financiero y llegó para quedarse. El ambicioso proyecto de ejercer desde el Estado socialista el control total de los medios de comunicación fue simple ilusión. Los bolcheviques nunca pudieron secuestrar el papel ni las imprentas a favor de los soviets (agrupaciones sociales, sindicatos y asambleas de obreros, campesinos y soldados) cuando tomaron el poder.
Y en otra latitud del mundo, antes del sangriento golpe militar del general Augusto Pinochet (1973) contra el presidente socialista Salvador Allende, el académico y periodista chileno, Camilo Taufic, en su libro “Periodismo y lucha de clases”, (Pág. 11) definía un concepto similar acerca del rol de la información: “No existe la información por la información; se informa para orientar en determinado sentido”. Y agregaba: “no hay tal inocencia, tal apoliticismo, o tal neutralidad. Y es necesario recordarlo y tenerlo muy presente si se quiere utilizar los medios de masas para fines progresistas o revolucionarios”. (Ibídem, pág. 27)
La gran prensa chilena ayudó al golpe de Estado y agradeció a Pinochet el haber recuperado la libertad de prensa, cuando en realidad celebró su victoria política corporativa para multiplicar sus medios de comunicación privados cada vez más poderosos. Allende no expropió ningún medio de comunicación privado y toleró el constante asedio de esa prensa monopólica convertida en enemiga del socialismo, hasta su derrocamiento.
Respecto al reciente proceso político boliviano, en casi 14 años de gobierno del presidente izquierdista Evo Morales y su modelo socialista, tampoco se expropió ningún medio de comunicación privado ni coartado sus libertades, aunque, estableció acuerdos comerciales favorables con dos cadenas nacionales privadas de televisión y un diario privado muy influyentes en la opinión pública. Además, controló los medios de comunicación estatales como herramientas de difusión política y fomentó la creación de decenas de radioemisoras comunitarias en manos de movimientos sociales.
El poder mediático privado incrementó su influencia adversa al gobierno y su línea editorial direccionó la información política abiertamente en apoyo a las opositoras plataformas ciudadanas para desestabilizar al régimen. Evo calificó a la prensa, entonces, como “enemiga del gobierno y del pueblo”, considerando el rol político y posición beligerante asumidas por la decisión de prorrogar su mandato. El fenómeno social-político llamado factor “21F”, fue un novedoso experimento reticular aglutinado como si fuera por capilaridad en diversas formas de protesta en las calles y así alejar del poder al primer presidente indígena de América Latina, objetivo cumplido con apoyo de un motín policial y pronunciamiento de las FF.AA.
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