Bolivia todavía no salió del caos temporario emergente de los episodios dramáticos a consecuencia de las fallidas elecciones presidenciales de octubre que desestabilizaron la democracia sin destruirla no obstante de estar al borde del precipicio con el llamado abierto a una guerra civil, signo positivo y alentador para mantener la convivencia pacífica volviendo a las urnas probablemente en mayo próximo para inaugurar un nuevo ciclo, sea de tendencia neoliberal con un gobierno ultraconservador o de continuidad del nacionalismo de Estado con el retorno del partido de masas que gobernó Bolivia casi 14 años bajo experimento de socialismo comunitario y productivo.
La actual Constitución Política del Estado fue aprobada en una Asamblea Constituyente con el mandato de cumplir la Agenda de Octubre de 2003 que se basa en la nacionalización de los recursos naturales y el control estatal de las empresas estratégicas; inclusión social, paridad de género y lucha contra toda forma de discriminación social, racial y religiosa. La crisis social y política de octubre 2019 sólo tiene un mandato: que el gobierno transitorio garantice elecciones transparentes con participación de múltiples actores políticos con diversas tendencias ideológicas.
La salida a la crisis de poder no tiene un horizonte claro; se creía que se consolidaría tres grandes conglomerados políticos, uno con Mesa, otro con Camacho y tercero con el futuro candidato del MAS. Al cerrar el año 2019, oficialmente se sabe que todos los partidos políticos considerados grandes y medianos irán con sus propios candidatos. Sólo aquellos que no lograron pasar el umbral del 3% cederán sus siglas al mejor postor porque no tienen ninguna otra alternativa, pero su apoyo será tan escaso o casi insignificante.
La incógnita sigue siendo el partido de Rubén Costas, un líder ultraconservador que supo mantener su hegemonía en el oriente boliviano en los últimos 10 años. Ahora Costas tiene un fuerte competidor, Luis Fernando Camacho que también representa al gran empresariado privado vinculado a poderosas logias cruceñas, con posibilidades reales de ser gobierno, habiendo suscrito con anterioridad una carta de intenciones con el viejo MNR, liderizado por Luis Eduardo Siles. Ese acuerdo había sido rechazado en principio por el líder cívico potosino Marco Antonio Pumari, provocando una ruptura, al extremo que Camacho anunció públicamente que elegiría como su acompañante de fórmula a una mujer del Altiplano. Hoy vuelve a convertirse en parodia la relación Camacho-Pumari, que sorprende al país, con la firma de un acuerdo común, ratificando su decisión de ser candidatos en las próximas elecciones; el primero a la Presidencia y el segundo a la Vicepresidencia, según ellos por respeto a Bolivia.
Carlos Mesa acumuló un caudal electoral que sobrepasó los dos millones de votos. En la lógica del sentido común, un importante porcentaje de esa votación fue en contra de Evo Morales y no precisamente por Mesa, empero el candidato de CC sigue siendo fuerte, viable y con capacidad de aglutinar otras fuerzas políticas y sociales que le aperture un camino victorioso hacia la Presidencia. Mesa, además, no es partidario de los extremos, es decir, no comprometería su futuro político con los ultraconservadores por simple venganza al anterior régimen o ser permisivo con el MAS. Su estructura tiene raíces de centro izquierda; están allí viejos militantes del ex MBL, FRI y el renovado MSM de Juan del Granado, hoy transfigurado con SOLBOL del alcalde Luis Revilla.
La estructura del MAS, encarnada en los movimiento sociales, sigue intacta no obstante de la renuncia al cargo de Presidente y posterior autoexilio de su caudillo. Será Evo Morales el que presidirá un ampliado nacional en Buenos Aires para nominar al binomio del MAS que terciará en las elecciones de mayo. Esa aprobación en consulta con los sectores sociales organizados será respetada incluso por los masistas del ala moderada que dirigen hoy las dos cámaras. Dependerá de una acertada elección para prever una posible victoria.
El MAS no es ya un partido indigenista-originario-campesino, es policlasista gravitante en las urbanizaciones periféricas de las grandes ciudades capitales, donde hoy comienzan a surgir coordinadoras de jóvenes parangonándose a las juventudes de las “pititas” que la historia reciente les dio un tiempo y espacio para participar activamente en política. Opiniones consultadas en diversos sectores del MAS y entre los políticos independientes, se inclinan favorablemente por el ex ministro de Economía Luis Arce Catacora, a quien reconocen como artífice y constructor exitoso del modelo económico social comunitario productivo que colocó a Bolivia en lugar privilegiado en la medición de los organismos financieros internacionales sobre crecimiento económico sostenido, reducción de la pobreza y la inflación entre los países de Sudamérica. Arce y David Choquehuanca, ex canciller del primer gobierno de Evo, están en la preferencia.
Ya es sabido que Bolivia necesita y siempre requerirá estabilidad económica para mantener estabilidad política, que sumados otorgan estabilidad social, paz y progreso. Los desafíos también son múltiples a la hora de competir por la silla presidencial, pues no sólo se trata de vencer en unas elecciones sino de convencer que es posible en democracia seguir construyendo futuro seguro.
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