En esta isla, vivió en condiciones inhumanas, sufriendo maltrato físico y psicológico, así como una alimentación escasa y condiciones insalubres. En noviembre de 1972, tras meses de encierro, Epifanio participó en una fuga que involucró a 72 detenidos, quienes lograron escapar usando pequeñas lanchas, enfrentándose a las peligrosas aguas del lago hasta llegar a Perú.
Tras la fuga, Epifanio se exilió en Perú y luego en Cuba, donde enfrentó grandes dificultades como refugiado político, subsistiendo con recursos limitados. Eventualmente, buscó asilo en la Unión Soviética y Europa del Este, antes de regresar nuevamente a Perú, donde vivió en condiciones de precariedad, trabajando de carpintero y enfrentando desafíos para obtener un pasaporte.
Epifanio, narra con amargura la falta de compensación económica por parte del gobierno boliviano, particularmente durante el régimen del MAS, a pesar de haber dedicado su vida a la resistencia contra las dictaduras y su colaboración en la creación de organizaciones como la Unión Nacional de Víctimas de la Violencia Política (UNAVIPO).
Su historia no solo resalta la dureza de la dictadura de Banzer, sino también el sentimiento de abandono de los que sobrevivieron, y el dolor por la desatención y falta de reconocimiento de sus sacrificios.
La isla de Coati funcionaba como un campo de concentración, donde los detenidos vivían en condiciones deplorables. Los prisioneros sufrían maltrato físico y psicológico constante, y tenían escasa comida y falta de atención médica. Las celdas carecían de luz y ventilación, y muchos de los presos, debilitados por las condiciones extremas, apenas podían moverse.
En la isla convivían personas de diferentes tendencias políticas: miembros del Partido Comunista, del MIR, campesinos y otros activistas. Estas divisiones se mantenían, y en lugar de camaradería, los presos solían agruparse en pequeños grupos según su afiliación política. A pesar de la situación extrema, la falta de unión entre algunos grupos era evidente, lo que dificultaba una resistencia organizada.
HECHOS SIGNIFICATIVOS
Durante su estancia, los presos lograron formar una estructura de resistencia clandestina. Alfonso Camacho y Rolando Mondaca tuvieron roles destacados en la organización de la fuga.
El teniente Trujillo, un militar de la prisión, brindó información crucial sobre la disposición de los guardias, el estado de las armas y los detalles logísticos de la isla, lo que permitió a los presos planificar el escape.
La fuga en masa del 2 de noviembre de 1972 fue un momento decisivo. Los prisioneros aprovecharon un partido de fútbol entre presos y guardias para neutralizar a los agentes y dirigirse hacia las lanchas que usaban los lugareños.
La estrategia incluía usar el caos del evento y la ayuda de algunos comunarios locales para ganar tiempo y llegar a las lanchas. Los prisioneros tomaron las embarcaciones y cruzaron el lago hacia Perú, a pesar de la precariedad de los medios y las condiciones climáticas adversas.
La fuga marcó un punto de inflexión en sus vidas. Tras llegar a Yunguyo, Perú, se enfrentarán a una nueva lucha: la vida en el exilio, con pocos recursos y limitadas oportunidades de trabajo. A pesar de haber escapado de la dictadura, la situación de los exiliados en países extranjeros continuaba siendo extremadamente difícil.
Los antecedentes de la fuga de los prisioneros políticos de la Isla de Coati están marcados por las circunstancias difíciles de la vida, la resistencia silenciosa de los detenidos, y las conexiones que lograron establecer para planificar la evasión de esta “cárcel natural”.
Tras el golpe de Estado de 1971 encabezado por Hugo Banzer Suárez, Bolivia vivió una fuerte represión contra activistas y opositores. La Isla de Coati, en el Lago Titicaca, fue designada como un centro de detención para mantener a los presos políticos aislados de la sociedad. Los prisioneros fueron llevados sin juicio previo y fueron sometidos a duras condiciones de vida.
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